Vieja escuela
por Ramón Aguiló Obrador
ANTES, en los buenos tiempos, en los
pueblos de Mallorca solo se zurraba a los
homosexuales, a los chuetas y a los
forasteros. Por ese orden y predilección. A
nadie más. Salvo algún que otro hachazo
certero en la frente de alguna esposa
desgraciada, la violencia en la isla siempre
ha tenido una inspiración social,
comunitaria. Nuestra legendaria cobardía
siempre ha buscado en comandita al débil,
al extraño, al diferente, al raro, para
acorralarlo contra una esquina y partirle
los tímpanos a gritos y manotazos. Ahora
bien, huelga decir que ante la predilección
antes anotada por los homosexuales, una
pieza siempre muy preciada en los diversos
pueblos de la geografía insular, es más,
suele tratarse del trofeo más digno de
comentar en la barra del bar de la plaza,
han sido siempre los despistados
habitantes de otros pueblos, que por una
extraña razón han tenido la temeridad de