‘Pero para eso, para derribar ese gigante con pies de barro, una cosa es imprescindible, existe una condición necesaria y suficiente: que declaremos en público lo que pensamos en privado. Por eso, si somos ciudadanos, como reconoce nuestra Constitución, si no queremos dejar de serlo, estamos obligados a luchar contra la falta de libertad lingüística, contra la inmersión, por una escuela bilingüe’.
Nos dicen, para justificar que nos priven desde la infancia de nuestra libertad lingüística: “Per un país de tots, una escola en català“. Entiéndase bien, exclusivamente en catalán. O sea, que para que el país sea de todos hay que excluir de la escuela, proscribirla, la lengua propia de más de la mitad de los ciudadanos catalanes y la lengua común de todos ellos y del resto de españoles.
El modelo lingüístico escolar que ha derivado el nacionalismo de ese trágala político de la escuela para todos a partir de la exclusión de la lengua propia de la mayoría de ciudadanos de Cataluña, la inmersión lingüística, es a todas luces incompatible con la democracia. Y es fácil, muy fácil, comprender por qué, nosotros, los demócratas que nos sentimos ciudadanos, que somos ciudadanos y que queremos seguir siéndolo, luchemos contra ese trágala de la inmersión lingüística y a favor de una escuela bilingüe.
Le llaman sistema de inmersión lingüística, pero basta detenerse un momento para advertir el carácter fraudulento hasta en el nombre. Si el sistema de inmersión es un sistema para