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- ¿Alguien piensa en el PP balear? Y cuando me refiero a pensar lo hago desde la perspectiva de la gran Hanna Arendt cuando afirma que la actividad de pensar- “pensar tiene que ver con distinguir”- se manifiesta y cristaliza en conceptos y en el lenguaje: “una cierta sordera a los significados lingüísticos ha tenido como consecuencia un tipo de ceguera ante las realidades”. Exacto. Segregación lingüística, integración lingüística, conocimiento obligado de dos o tres lenguas, guetos lingüísticos en la educación, la lengua a proteger contra viento y marea, son los mitos que manejan los catalanistas como excusa para perpetuar y perpetuarse en una situación de excepción que, desde las perspectivas de la libertad y de las libertades, no se tiene en pie. Mi queja es que, como en el PP balear no se piensa- nunca- han interiorizado toda esta mítica de sus adversarios y han ejercido esta ceguera que denuncia Arendtante las realidades, es decir, ante su auténtico significado. Font y Pastor son los paradigmas extremos de esta cegueraconceptual que se materializa en ridículos conceptos como el de regionalismo versus españolismo cuando, en realidad, ignoran por completo que es lo que significa lo uno y lo otro.
- No son los únicos dentro del PP: Bauzá y Bosch han vuelto fascinados de Suiza como ejemplo de “convivencia” lingüística a practicar. Al margen de que me da la fundada impresión de que nos hablan de una realidad educativa suiza cogida a beneficio de inventario, conviene analizar todos estos mitos. Para empezar: la segregación de las comunidades lingüísticas. ¿Qué bobada es esto de la segregación? Durante siglos han estado segregados en la educación niños y niñas y no se ha hundido el mundo: a los niños les siguen gustando las niñas y viceversa. La Universidad es un paradigma de segregación por razón de las carreras y materias. La presunta segregación de dos comunidades lingüisticas por razón de la lengua vehicular se acaba en los recreos de los colegios y en las entradas y salidas del la jornada escolar. En mis tiempos escolares del colegio que dirigió Bosch, las clases eran en castellano, los alumnos de distinto pelaje lingüístico éramos amigos- seguimos siéndolo- y jugábamos en el mismo equipo de futbol: ni el castellano ni el mallorquín nossegregaba.
- Lengua a proteger, el catalán por supuesto, parafraseando a Tejero en su asalto al Congreso. De entrada, la lengua a proteger no puede sostenerse, jamás, a costa de la libertad de elección lingüística. Si puede sostenerse, en cambio, la obligatoriedad de su conocimiento y así se lo propone todo el sistema educativo que tenemos. La obligatoriedad deriva, no de ningún “derecho” de la lengua, sea cual sea y ninguna es titular de derecho alguno, sino porque el catalán o el castellano son una asignatura y, según afirman las autoridades docentes, para aprobarla es preciso su dominio.
- En resumen, toda esta parafernalia conceptual en torno a la protección, segregación y conocimiento de las dos lenguas cooficiales en esta comunidad autónoma no es más que una excusa para perpetuar la desagradable imposición del catalán a costa de la laminación- batalla perdida para más inri- del castellano. El catalanismo tiene miedo a la libertad y no sólo en nombre de su condición eventualmente minoritaria sino porque, parapetándose en toda esta mítica, hay una realidad bastante pedestre que tiene que ver con los paniaguados que viven a costa de el catalán. La consecuencia es la inversa a lo que ocurrió con mi generación y las generaciones de mis antepasados: mantuvimos- y practicamos- el mallorquín sin catalanistas y sin llamarlo catalán. Ahora, lo que está ocurriendo es que el “catalán” se ha convertido en algo sumamente desagradable, con ribetes fascistoides y en un proceso imparable de latinización: cada vez lo conocen más y cada vez lo hablan menos. Ellos- incluidos Bauzá y Bosch- verán lo que hacen.
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