Balears cambia de president con tanta facilidad como
Camps muda de traje (no será la última mención, lo siento).
Con siete relevos en los últimos tres lustros, el archipiélago es la comunidad autónoma con el gobierno regional más volátil. Este año no ha sido excepción, y el comienzo de estas crónicas y del verano –por orden de importancia– viene enmarcado por un nuevo inquilino en el Consolat de la Mar, sede del Govern.
Se trata del popular
José Ramón Bauzá y, dado que este detalle podría pasar desapercibido a un contingente de lectores, se trata del primer ocupante de ese cargo que utiliza su nombre y apellidos en castellano, después de
Gabriel,
Cristòfol,
Jaume y
Francesc. El dato se hace relevante en una comunidad donde el catalán goza del carácter de idioma cooficial y había copado hasta la fecha el mensaje autonómico. Las elecciones del 22-M fueron ganadas por el PP castellanobalear.
La primera sorpresa radica en la feliz y rápida convalecencia del PP. Durante los últimos veranos, estas crónicas parecían escritas desde mi celda, y no sólo desde mi isla. Una retahíla de detenidos, condenados y encarcelados por corrupción. Hoy mismo, en la prisión de Palma hay cuatro políticos cumpliendo penas por sus hazañas corruptas durante el último Govern conservador. Sin olvidar que el susodicho ejecutivo de
Matas –en libertad bajo fianza– ha alcanzado la marca de seis consejeros imputados, sin parangón en cualquier otra geografía.
Bauzá adoptó una medida que él mismo considera clave en el desenlace electoral, y que consistió en desembarazarse de todos los imputados
En vísperas de las últimas elecciones, y ante el fácil pronóstico de una victoria de la derecha, un ilustre y avispado veraneante madrileño se preguntaba, "¿los mallorquines olvidan tan deprisa?". El interrogante menosprecia la versatilidad de tácticas que ha desarrollado la izquierda balear para defraudar a sus votantes.
Su aquilatada pasividad, unida al infalible 'efecto Zapatero', liquidaron el segundo Pacto de Progreso y allanaron el regreso del PP.
Pero antes, Bauzá adoptó una medida que él mismo considera clave en el desenlace electoral, y que consistió en desembarazarse de todos los imputados. Ni un solo político con esa condición figuraba en las listas del PP. La propia
Dolores de Cospedal había comentado por lo
bajinis en Palma que se trataba de una utopía, porque la cuidadosa extirpación de las manzanas podridas dejaría huecos irrellenables, ante la abrumadora evidencia de un centenar de cargos populares incursos en instrucciones penales. El ya president persistió y triunfó. De paso, se liberaba de jerarcas que compartían la presunción de inocencia con una vertiente nacionalista alejada de las inclinaciones de Bauzá.
El síndrome Tarantino
En docenas de ocasiones se le preguntó si el PP debería haber adoptado el mismo criterio de pureza en otras comunidades –o sea, en Valencia–, y el candidato se ajustaba a la singularidad balear. Hoy puede aportar una respuesta más concreta. Bauzá reina en verano en las islas, Camps ya no preside la comunidad tendida a la otra orilla del Mediterráneo.
A propósito, quienes cantan equivocadamente las alabanzas de la sangre fría de Rajoy –dispuesto a que un condenado por corrupción gobernara una comunidad–, deberían remontarse al verano mallorquín de 1995, cuando
Aznar descabalgó de la presidencia de Balears al
Gabriel Cañellas todavía no imputado, mientras el líder del PP nacional se fumaba un habano en un bautizo madrileño. Diferencias de liderazgo. Y saltando a la inevitable economía, la situación es tan desesperada que el nuevo president está reunido ahora mismo con
Harvey Keitel. Sí, el actor de
Reservoir dogs y
Pulp fiction, para quien la pistola está integrada en su anatomía como un apéndice más. Se necesitará una cirugía drástica al estilo Tarantino para desembarrancar la crisis. La brutalidad para hombres inteligentes.
El Confidencial