‘Nací en Lima. Vivo en Barcelona. Tengo iguales derechos que un ciudadano de la Unión Europea: un abuelo era español y el otro alemán. Me gano la vida como contable. Hablo un castellano estándar. Llevo en España varios años y tengo facilidad con los acentos, puedo pasar si quiero por español sin más. También me defiendo con el catalán. Por ejemplo, sin falsa modestia ni vanidad, mi catalán y mi castellano son claramente mejores que los del presidente de esta región, José Montilla.
Observo que el asunto de las lenguas en Cataluña es como una función de teatro: se finge que la lengua principal es el catalán, pero, aunque una y otra sean oficiales, la lengua principal de los ciudadanos de Cataluña es el castellano, o español. En los colegios o institutos las clases se dan solo en catalán (o así se finge), pero la mayor parte de los alumnos y de las maestras tienen como lengua propia el castellano y a ella se pasan en cuanto salen al patio o se van a casa. ¿Por qué este absurdo? Porque, dicen, el catalán es la lengua propia de Cataluña, de la nación catalana.
Dos errores. Primero: las lenguas no son de los territorios sino de los usuarios, de las personas; ¿podría decirse de un territorio sin habitantes que tiene lengua? Segundo: al menos desde la Revolución Francesa no hay nación sin Estado; el Estado, realidad político-jurídica, inventa la nación para justificarse. No a la inversa. Lo de las naciones sin Estado es solo una coartada para terroristas.
Pero vayamos a lo de ahora mismo. Anna Hernández, esposa actual del presidente de la Generalitat, profesional de la política como él, confiesa que dos de los hijos de ambos, Anna y Hèctor, van al Colegio Alemán San Alberto Magno, que cuesta 400 euros mensuales por cabeza y tiene antiguos alumnos tan insignes como Jordi Pujol y Esther Tusquets. Allí no solo no inmersionan en el catalán como en la escuela pública y gratuita: solo hay una hora de catalán a la semana. Y dice la señora Hernández: «Los niños saldrán del colegio dominando perfectamente el alemán y el inglés. Es una maravilla. Solo por saber alemán ya encontrarán trabajo».
Estupendo. Yo también quiero que mis hijos estudien en español, alemán e inglés para que así se les abra medio mundo, y no en catalán, que no sirve ni para ir a Perpignan. Claro que dos hijos en el Colegio Alemán… la mitad de mi sueldo de contable. Y entonces recuerdo que en Tengo una pregunta para usted una ciudadana le preguntó a Montilla por qué no llevaba a sus hijos a una escuela pública y el presidente contestó que eso era «una opción personal». ¿Puede un presidente contestar eso y no presentar la dimisión?’.
El Mundo