MATÍAS VALLÉS La panoplia de comportamientos desafiantes con la ley destacaba por lo abigarrada, hasta el punto de que la ya ex presidenta del Parlament confundía en el comunicado de su harakiri el escándalo que la condenaba a la jubilación. Voltor, Maquillaje, qué importa. Como Felipe González, «nunca ha leído un papel», y su mesa de despacho estaba siempre reluciente. ¿La actuación más importante del primer Pacto de Progreso? «Haber fichado a Chenoa, nadie se acordará de todas esas leyes». Lady Diada se despide de ustedes.
Maria Antònia Munar es la mujer más odiada de la historia de Mallorca, en especial por las mujeres. El consenso negativo que generaba llevó a los más temerarios a subestimar el coraje que le insuflaba su falta de principios, y que concretaba en «no se puede triunfar sin tener enemigos». Cañellas, Matas, empresarios, jueces, fiscales, inspectores de Hacienda y periodistas madrileños se afanaban para aniquilarla, poco antes de ser liquidados por ella. Sólo podía ser intoxicada por un veneno que compartiera su equipaje genético, ergo Miquel Nadal, su número dos, su delfín muy amado, el ángel exterminador que ha sembrado de desolación las instituciones sucesivas que ha habitado. Los vínculos entre ambos eran tan estrechos que los propios dirigentes de UM le preguntaban «¿cómo es exactamente la relación?» con su hijo político muy amado.
Nadal se libra de la cárcel condenando a su tutora a los juzgados de Instrucción. En los tiempos de ´¿Dónde estás corazón?´, la traición debía incluir la revelación de una insinuante escena del sofá en la parte trasera del coche oficial, con el intercambio de 300.000 euros públicos o negros. En la operación de saqueo descrita por Nadal, la donante Munar no tuvo el detalle de introducir los billetes en una lata de Cola-Cao, para respetar el protocolo autonómico. Pese a esta falencia, la entrega de los billetes se desarrolla al más puro estilo ´La Paca´, sólo queda por decidir quién se introdujo la grabadora en las prendas íntimas. Y dado el monto discreto de la transacción, por comparación con los presupuestos del Consell Inmobiliario de Mallorca, cabe plantearle al parlanchín penitente Nadal el interrogante del confesionario. ¿Cuántas veces?
La corrupción no es circunstancial sino consustancial en la política insular, y UM es el más mallorquín de los partidos locales. Como dice la política destituida por Nadal, «todos los mallorquines son de UM, aunque a veces no lo saben». Su caída debía compartir la contaminación mortal que embarra a perpetuidad a Cañellas y a Matas. Imputaciones múltiples, un desfile por los juzgados, el banquillo de los acusados, la confianza en que la quiniela de los tribunales resulte propicia.
La muerte fue precedida de la agonía. Munar asistió a su propio funeral político cuando la cúpula de UM le negó la pretensión de elevar a su adicto Francesc Buils a la presidencia del partido. Allí firmó su alianza exangüe con Nadal. De paso, se confirmó la atrofia imparable de su sexto sentido, de la envidiable pituitaria que el 11-M la impulsaba a tachar la alusión a ETA, en el comunicado sobre los atentados de Atocha que emitió el Consell de Mallorca.
En el día de su último viaje en el coche oficial que mancilló, cabe recordar que la mujer que los mallorquines odian con especial placer fue el auténtico astro reina alrededor del cual orbitaban satélites amedrentados como Antich o Matas. Se regocijaba ante la hostilidad de la caverna madrileña, pero la trituradora de Internet –donde su nombre en Google es sinónimo de cárcel– excavó las primera grietas en su maquillaje. Ningún político ha compartido su energía o desparpajo. En la primavera de 1999, vísperas electorales del primer Pacto de Progreso, un dirigente de su partido medita:
—Será difícil convencer a la opinión pública de que UM apoya un Govern de izquierdas, si el PP se queda a un diputado de la mayoría absoluta.
A lo que ella replicaba impávida:
—Ya me encargaré yo de convencerles.
Así fue, y siguió enriqueciéndose.
Lady Diada se estrella a bordo de su coche oficial, cuando estaba a punto de pilotar la erosión del segundo Pacto de Progreso. Ya se había estrenado votando la reprobación de tres consellers, cuya suma de prácticas merecedoras de reproche no alcanzan la uña del dedo meñique de los escándalos de UM. En el Parlament, los corruptos suspenden en comportamiento a los indigentes.
Los inseparables Munar y Nadal desdeñaron temerariamente el efecto de Miquel Angel Flaquer, cuando abandonó todos sus cargos políticos al apercibirse de la magnitud de los casos que se le imputaban. Con este simple gesto, sus correligionarios –así como la recua de presuntos corruptos del PP– quedaron reducidos a figuras de pacotilla, aferrados a jerarquías ficticias mientras se desportillaban como personajes de García Márquez. Peor, de Isabel Allende.
En aquellos momentos, Nadal y Munar reaccionaron desvinculándose de la senda abierta por Flaquer. Muy poco después, ambos han seguido su ejemplo a rajatabla. Se esfuman, ponen en práctica las técnicas de desaparición que ya ensayaron Matas y Estaràs con éxito desigual. Su calvario por los juzgados continuará, pero sólo afecta a una parte ínfima de las tropelías que han protagonizado, y la partícula ´ex´ aminorará el impacto mediático que anoche les llevó a encabezar todos los informativos nacionales.
UM no tiene sentido sin Munar, y con ella encarna la corrupción. La derecha siempre gobernó con ella, y la izquierda jamás hubiera alcanzado el Govern sin ella. De hecho, la extinción de UM en curso ha de ser recibida con albricias por el PP. La política desaparecida también pensaba que «no hay pruebas ni las habrá», convencida de que compartía la ´baraka´ con González. Su autodestitución pone en brazos de Antich un pacto para completar la legislatura, elevando a Pere Rotger a la presidencia del Parlament, desde donde ya irritaba a Rosa Estarás por su condescendencia con el PSOE.
El culto a la imagen está de luto en Mallorca. Una revista publicada y pagada por el Consell, y consagrada al Museu de l´Esport, concentraba 87 fotografías de Munar en 83 páginas. ¿Quién rellenará ese inmenso vacío que se abre en la política balear?
Diario de Mallorca
Maria Antònia Munar es la mujer más odiada de la historia de Mallorca, en especial por las mujeres. El consenso negativo que generaba llevó a los más temerarios a subestimar el coraje que le insuflaba su falta de principios, y que concretaba en «no se puede triunfar sin tener enemigos». Cañellas, Matas, empresarios, jueces, fiscales, inspectores de Hacienda y periodistas madrileños se afanaban para aniquilarla, poco antes de ser liquidados por ella. Sólo podía ser intoxicada por un veneno que compartiera su equipaje genético, ergo Miquel Nadal, su número dos, su delfín muy amado, el ángel exterminador que ha sembrado de desolación las instituciones sucesivas que ha habitado. Los vínculos entre ambos eran tan estrechos que los propios dirigentes de UM le preguntaban «¿cómo es exactamente la relación?» con su hijo político muy amado.
Nadal se libra de la cárcel condenando a su tutora a los juzgados de Instrucción. En los tiempos de ´¿Dónde estás corazón?´, la traición debía incluir la revelación de una insinuante escena del sofá en la parte trasera del coche oficial, con el intercambio de 300.000 euros públicos o negros. En la operación de saqueo descrita por Nadal, la donante Munar no tuvo el detalle de introducir los billetes en una lata de Cola-Cao, para respetar el protocolo autonómico. Pese a esta falencia, la entrega de los billetes se desarrolla al más puro estilo ´La Paca´, sólo queda por decidir quién se introdujo la grabadora en las prendas íntimas. Y dado el monto discreto de la transacción, por comparación con los presupuestos del Consell Inmobiliario de Mallorca, cabe plantearle al parlanchín penitente Nadal el interrogante del confesionario. ¿Cuántas veces?
La corrupción no es circunstancial sino consustancial en la política insular, y UM es el más mallorquín de los partidos locales. Como dice la política destituida por Nadal, «todos los mallorquines son de UM, aunque a veces no lo saben». Su caída debía compartir la contaminación mortal que embarra a perpetuidad a Cañellas y a Matas. Imputaciones múltiples, un desfile por los juzgados, el banquillo de los acusados, la confianza en que la quiniela de los tribunales resulte propicia.
La muerte fue precedida de la agonía. Munar asistió a su propio funeral político cuando la cúpula de UM le negó la pretensión de elevar a su adicto Francesc Buils a la presidencia del partido. Allí firmó su alianza exangüe con Nadal. De paso, se confirmó la atrofia imparable de su sexto sentido, de la envidiable pituitaria que el 11-M la impulsaba a tachar la alusión a ETA, en el comunicado sobre los atentados de Atocha que emitió el Consell de Mallorca.
En el día de su último viaje en el coche oficial que mancilló, cabe recordar que la mujer que los mallorquines odian con especial placer fue el auténtico astro reina alrededor del cual orbitaban satélites amedrentados como Antich o Matas. Se regocijaba ante la hostilidad de la caverna madrileña, pero la trituradora de Internet –donde su nombre en Google es sinónimo de cárcel– excavó las primera grietas en su maquillaje. Ningún político ha compartido su energía o desparpajo. En la primavera de 1999, vísperas electorales del primer Pacto de Progreso, un dirigente de su partido medita:
—Será difícil convencer a la opinión pública de que UM apoya un Govern de izquierdas, si el PP se queda a un diputado de la mayoría absoluta.
A lo que ella replicaba impávida:
—Ya me encargaré yo de convencerles.
Así fue, y siguió enriqueciéndose.
Lady Diada se estrella a bordo de su coche oficial, cuando estaba a punto de pilotar la erosión del segundo Pacto de Progreso. Ya se había estrenado votando la reprobación de tres consellers, cuya suma de prácticas merecedoras de reproche no alcanzan la uña del dedo meñique de los escándalos de UM. En el Parlament, los corruptos suspenden en comportamiento a los indigentes.
Los inseparables Munar y Nadal desdeñaron temerariamente el efecto de Miquel Angel Flaquer, cuando abandonó todos sus cargos políticos al apercibirse de la magnitud de los casos que se le imputaban. Con este simple gesto, sus correligionarios –así como la recua de presuntos corruptos del PP– quedaron reducidos a figuras de pacotilla, aferrados a jerarquías ficticias mientras se desportillaban como personajes de García Márquez. Peor, de Isabel Allende.
En aquellos momentos, Nadal y Munar reaccionaron desvinculándose de la senda abierta por Flaquer. Muy poco después, ambos han seguido su ejemplo a rajatabla. Se esfuman, ponen en práctica las técnicas de desaparición que ya ensayaron Matas y Estaràs con éxito desigual. Su calvario por los juzgados continuará, pero sólo afecta a una parte ínfima de las tropelías que han protagonizado, y la partícula ´ex´ aminorará el impacto mediático que anoche les llevó a encabezar todos los informativos nacionales.
UM no tiene sentido sin Munar, y con ella encarna la corrupción. La derecha siempre gobernó con ella, y la izquierda jamás hubiera alcanzado el Govern sin ella. De hecho, la extinción de UM en curso ha de ser recibida con albricias por el PP. La política desaparecida también pensaba que «no hay pruebas ni las habrá», convencida de que compartía la ´baraka´ con González. Su autodestitución pone en brazos de Antich un pacto para completar la legislatura, elevando a Pere Rotger a la presidencia del Parlament, desde donde ya irritaba a Rosa Estarás por su condescendencia con el PSOE.
El culto a la imagen está de luto en Mallorca. Una revista publicada y pagada por el Consell, y consagrada al Museu de l´Esport, concentraba 87 fotografías de Munar en 83 páginas. ¿Quién rellenará ese inmenso vacío que se abre en la política balear?
Diario de Mallorca