martes, 29 de diciembre de 2009

Nacionalismos y sus cómplices, Sebastián Urbina

Posted: 19 Dec 2008 04:40 AM CST en Mariano Digital.es
El Servicio de Normalización Lingüística de la Universidad de La Coruña, en colaboración con el Ayuntamiento de la misma ciudad y la Diputación, aprovechó el 25 de Noviembre, día de la no violencia contra las mujeres, para denunciar públicamente otra forma de violencia que debe ser eliminada para recuperar la propia dignidad y construirnos, se dice, individual y colectivamente. Como pueden imaginar, se trata de no hablar en castellano o español (la lengua de Franco) y sí hablar en gallego, lengua de la libertad. Esto último es mío, pero seguro que a ellos no les parece una bobada.
Lo primero de todo y antes de entrar en harina, ¿cómo es posible tanta estupidez? Creo que estas exhibiciones, con la cara bien alta y sin sonrojo, son más probables y habituales en contextos cerrados y faltos de libertad. No es casual que los nacionalismos se hayan convertido en los totalitarismos de nuestro tiempo. Por eso, las mismas características (con pequeñas diferencias) pueden aplicarse a nuestros desleales nacionalistas, sean del Imperio oprimido que sean. Veamos lo que decía un famoso catalanista, que se supone lleno de seny, como nos recuerda Juan Ramón Lodares:
‘Si se tiene en cuenta el mito babélico, se entienden afirmaciones como las de Jordi Pujol cuando decía: Cataluña es una Nación pero España no lo es. Tal expresión nos presenta a una Cataluña imaginada, homogénea, pura, que idealmente tiene una sola lengua propia, el catalán, circunscrita a un territorio y separada de sus vecinos. La lengua es, como se ha dicho, el índice de pureza racial’.
Dejemos aparte la cuestión de la lengua propia. Esta tontería, es triste decirlo, no es exclusiva de los nacionalistas periféricos. Por motivos que comentaré, la enfermedad se ha extendido a otros ámbitos. He oído a políticos destacados del Partido Popular hablar, con plena normalidad, de lengua propia. Lo mismo sucede con la gran mayoría de los políticos de izquierda. ¿Cómo se han alcanzado tan altos niveles de estulticia política? En el Partido Popular (aunque no todos son tan acomplejados, afortunadamente), porque hace tiempo renunciaron al debate de ideas y se han centrado en la gestión y el precio de la leche. En la izquierda, por motivos aún más penosos, que luego comentaré.
Esta obsesión enfermiza, y fuera de la realidad, por la pureza identitaria, pureza lingüística, pureza costumbrista, etcétera, es propia de mentes profundamente conservadoras y excluyentes. Recordemos que la conocida obsesión por la identidad en general, y la identidad lingüística en particular, tiene que mucho que ver con la consecución de beneficios materiales. Dicho en Román paladino, más cargos políticos y funcionariales, más subvenciones, más capacidad de decisión. O sea, más poder y dinero para nosotros, los del terruño. Los de ‘pata negra’.
Si los nativos de ‘pata negra’ han de tener ventajas porque son una prolongación natural del terruño, los ‘forasteros’ (charnegos, maketos y otras gentes de mal vivir) no podrán acceder a tan copiosos y merecidos beneficios. Claro, no son de aquí. Y si, por un casual, un charnego reconvertido accede a un importante cargo público, como sucede con el bachiller Montilla, tendrá que haber renunciado (de hecho, al menos) a sus orígenes y exhibir sin tapujos su orgullosa y preferente catalanidad. Es cierto, conviene ir de romería al pueblo natal y hacerse unas cuantas fotos.
Ya tenemos la mezcla adecuada de ‘pureza patria’ y ventajas económicas, sociales y políticas. El que comulga con la tribu será bien visto y debidamente recompensado. O bien, no molestado. El que esté alejado de la tribu, o se atreva a criticarla, que cargue con las consecuencias. Vean a Boadella. ¡Que aprendan todos!
¿Y qué pasa con la izquierda? Salvo algunos, que se atreven a criticar el maridaje nacionalismo/izquierdismo como, por ejemplo, J. Leguina, convenientemente marginado, los demás callan, o hacen el tonto. No les resulta difícil. Además, el pesebre es el pesebre. Pero las palabras del político madrileño se quedan cortas: ‘Todo este embrollo, esa sensación de engaño o de traición que tantos hemos sentido ha sido el resultado de un gran malentendido: aquel que nos hizo pensar que la izquierda catalana era una izquierda homologable con la del resto de España’.
El error, el trágico error es que la izquierda española, en general, se parece, de cada vez más, a la catalana. Incluido el Presidente Zapatero. Recordemos su famosa reflexión: ‘El concepto de nación es discutido y discutible’. El de nación española, por supuesto. No se atrevería a decir lo mismo de las grandes naciones catalana, vasca y gallega. Esta es la izquierda, digamos, española. Este es su lamentable viaje. Al simple mantenimiento del poder.
Se ha dicho, repetidamente, que no se puede prescindir de ningún elemento de un sistema cerrado, porque se desmorona. Si esto es cierto, los nacionalismos periféricos están condenados, como sistemas cerrados que son, a seguir con más discriminaciones y mentiras y no abrir la mano. Si entra aire fresco podría resquebrajarse el edificio. Ya saben, el rey estaba desnudo y los súbditos lo veían vestido, como él quería que lo vieran. Es el miedo a la libertad, la fidelidad a la mentira. Son los jugadores de cartas que siguen jugando al mus cuando asesinan a su compañero Ignacio Uría. Pues sí, los nacionalismos han traído coacción, mezquindad y miedo.
‘Cuanto más tratemos de regresar a la heroica edad del tribalismo, tanto mayor será la seguridad de arribar a la Inquisición, la Policía Secreta y el gangsterismo idealizado… Pero si queremos seguir siendo humanos, entonces sólo habrá un camino, el de la sociedad abierta’. (Popper)
Así pues, seguirán las discriminaciones y desprecios frente a los que no se plieguen a sus consignas etnicistas y liberticidas. Seguirán los públicos alardes y ostentación de lealtades tribales. La adoración al animal metafísico: La Nación. Y mentiras, subvencionadas y voluntarias, para ocultar el verdadero rostro del nacionalismo. Y el silencio cómplice. En este viaje, carente de ética y de estética, le acompaña la izquierda. Casi toda.