"Algo hemos hecho mal..." se decía a sí mismo el eurodiputado Antoni Gutiérrez a propósito del ataque violento de los 400 jóvenes nacionalistas contra la realización de una conferencia organizada por la "Asociación de Profesores por la democracia" en la Facultad de Filosofía de la U.B. el pasado 17 de diciembre de 1999.
Por primera vez, los hijos del nacionalismo pujolista asustan y muchos se han apresurado a restablecer la buena conciencia descalificándolos como únicos culpables. Pero ni son los únicos, ni son los primeros, ni los más peligrosos.
Durante las dos últimas décadas el Departament d'Ensenyament ha dictado lo que debía ser pensado y en la lengua que debía ser dicho en nuestras escuelas. Cada vez que aquellos cachorros nacionalistas nos insultaban y escupían por defender el bilingüismo irrumpían en mi memoria cada una de las estrategias de desprecio y erradicación del castellano en los claustros de profesores, en las Juntas directivas de nuestros colegios, en las normativas no escritas, pero implacablemente impuestas contra todo maestro que no se plegase a la lengua nacional.
A medida que avanzaban y tomaban el Salón de grados de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona arrancando los carteles de la convocatoria de la conferencia y substituyéndolos por sus pancartas yo no podía substraerme a ese mismo rito repetido una y mil veces en nuestras escuelas e institutos por las direcciones de los Centros cada vez que en sus tablones de anuncios se colgaban carteles políticamente incorrectos, mientras permitían otros claramente anticonstitucionales o directamente delictivos, pero nacionalmente correctos.
La saña autosuficiente con que se emplearon no era muy distinta de la que utilizan los "comisarios lingüísticos" en nuestros centros para substituir cualquier circular, anuncio de notas o aviso docente que no esté en catalán.
Esos comisarios no son boicoteadores, son profesores pagados por el Gobern de la Generalitat para preservar el espacio escolar de la contaminación del castellano. Porque no hemos de olvidar que su ataque no iba contra la libertad de expresión (aunque este sea su efecto real) sino contra la crítica al nacionalismo excluyente y el monolingüísmo que la "Asociación de Profesores por la Democracia" y los ponentes representaban.
Son hijos de la "Norma" y la emoción nacional.
Ahí se agota su ser y de éste brota su odio. Es preciso que todos los catalanistas de buena fe, defensores de la lengua y la cultura catalanas se percaten de una vez, del envoltorio contaminado con el que Pujol ha enmascarado la recuperación de tan loables señas de identidad; empezando por los que dirigen nuestros periódicos.
Porque cada vez que aquellos 400 ciudadanos se permitían ejercer de matones de discoteca y al mismo tiempo proyectar sobre nosotros su fascismo con esperpéntica impostura, venían a mi memoria las innumerables ocasiones en que la prensa nos redujo a lo mismo por defender el derecho a la enseñanza materna.
Es patético comprobar como la prensa "en general" atiza las culpas al profesorado de la Universidad cuando, en buena parte, ella ha colaborado a falsificar la ideología progresista, ilustrada y tolerante de asociaciones como la que patrocinaba el ciclo de conferencias de la Facultad de Filosofía.
Cada vez que aquellos 400 cachorros nos zarandeaban y agredían con total impunidad, cada vez que nos pringaban con pintura y estampaban huevos, mecheros y piedras contra nuestros cuerpos y caras sentía que el resentimiento de un complejo nacional mil veces lamentado en sus mayores se hacía coherente en sus corazones de fuego.
Ningún político tiene derecho a considerarse inocente. En mil ocasiones nos han dejado fuera de sus programas electorales ¿por qué no lo iban a hacer ahora los jóvenes más radicalizados? Tenían 20 años, los mismos que lleva el nacionalismo en el poder.
Antes que ellos, sus mayores, la flor y nata de la cultura catalana, reunida en el Palau de la Música para conmemorar el 25 aniversario del "Price dels Poetes" en abril de 1995 inauguraron ese mismo infierno contra 23 militantes de la "Asociación por la Tolerancia.
Entonces no tuvimos la suerte de contar entre nosotros con Jon Juaristi, Francesc de Carreras o Iván Tubau como contrapeso del discurso oficial que la prensa oficial siempre transmitió; o sea, ese discurso impresentable del fascismo potsmoderno que consiste en asumir el papel de víctima mientras se ejerce de verdugo.
Durante las dos últimas décadas una telaraña de poderes políticos, mediáticos, religiosos y educativos han tejido y conformado una cosmovisión excluyente cuya justificación y excusa ha sido la normalización de la lengua catalana y la construcción nacional.
No eran estos cachorros los peores ni los primeros. Antes de que ellos nacieran ya nos habían impedido hablar en miles de ocasiones: cuando se descolgaba de edificios oficiales la bandera constitucional, cuando se hacían campañas electorales donde Cataluña era saqueada fiscalmente por España, cuando se demonizaban manifiestos y se descalificaba a personas para acabar con sus ideas, cuando se empujaba al exilio a 15.000 maestros por no saber catalán, cuando en Ayuntamientos y Universidades se decretaba la oficialidad única de la "lengua propia del territorio", cuando soliviantaban a los estudiantes desde las cátedras de la Universidad con teorías sobre la desaparición del catalán en 50 años.
¿Qué quieren ahora? Esos chicos decían que estaban allí para impedir que el bilingüismo acabará con el catalán. Esos chicos decían que estaban allí para "fotre fora als espanyols". Esos chicos eran coherentes con los estímulos recibidos.
¿Acaso no es eso el resultado de simplificar la historia en nuestras escuelas, las retransmisiones deportivas de TV3 o las declaraciones despreciativas de ciertos políticos contra el resto de los españoles..?
Es verdad que toda esa cadena de deducciones no levantaron sospechas, mientras la actuación franca de estos jóvenes las han levantado todas. Pujol nos lo ha dejado claro: "son tontos". Seguramente no han entendido el principio del fascismo postmoderno. (No han sabido tirar la piedra, esconder la mano y echarle la culpa a la casposa, facha, puta España. Añado hoy el paréntesis para que se entienda la ironía mejor)
Antonio Robles, Periódico de Cataluña, 21-12-1999