jueves, 25 de agosto de 2011

Ibiza: Hastío estival o la huida de la tierra prometida



Como todos los veranos viene siendo norma, mi mujer y yo nos vemos obligados a organizar parte de nuestras vacaciones con la finalidad exclusiva de escapar de la vorágine caótica y circense que se monta en Eivissa empezada la temporada turística. Ruido constante, noches sin dormir, locos al volante, caos circulatorios, dificultad de acceso a ciertos lugares tomados por los turistas, taxistas kamikazes, gentío estresante y estresado, etc. Es triste y paradójico, que nuestros políticos y empresarios de postín intenten vender en el extranjero la parte folclórico-cultural de que los ibicencos somos individuos tranquilos y sosegados desde tiempos inmemoriales y que parte de esa parsimonia a la hora de amansar el tiempo es una de las razones por las que esta isla es idílica en espíritu, mientras luego, por contra, teniendo las mejores playas del mundo y estando rodeados de parajes que pocos podrían decir que tienen en la palma de su mano, los afligidos y abnegados isleños tengamos que decidir, muy a nuestro pesar, sacrificar el poder disfrutar de nuestras propias riquezas locales en familia y con nuestros hijos y emprender la huida hacia otras tierras donde sí se respeten el sosiego y el sentido común como forma de vida y pilar fundamental del bienestar y se priorice la búsqueda de equilibrio con el entorno inmediato.

Gracias, pues, al Principado de Asturias y a sus gentes por habernos acogido y por habernos hecho entender que otro tipo de turismo es posible. Pasar siete días en los que la paz, el silencio y la tranquilidad de los quehaceres, fuera en campo o en ciudad, se entendiera como un bien que respetar, ha sido tan enriquecedor que, al volver a pisar tierras ibicencas y salir airosos del caótico aeropuerto de Eivissa (después de sortear con las maletas y los niños las marejadas de guiris fiesteros y tardar 45 minutos entre la salida del parking de AENA y la llegada al dulce hogar –escasos 8 kilómetros–), me volvieron, cual funesta y pesada losa, las migrañas, las contracturas cervicales y la presión en el pecho que creía, iluso de mí, habían desaparecido.

Moraleja: llevamos decenas de años haciendo algo garrafalmente mal y hay que solucionarlo cuanto antes, pues el dinero low cost no lo es todo. A los nacidos aquí, que queremos y respetamos esta fértil tierra mediterránea, nos entristece ver que año tras año se va amputando irreversiblemente un trocito de nuestra esencia, como si fuera un cáncer que nos va consumiendo poco a poco inexorablemente. Y todo, parece ser, por un puñado de sucios y mal invertidos euros.



Carta al director de Diario de Ibiza, firmada por José Antonio Iniesta Navarro. Licenciado en Física. Profesor del Instituto Santa María de Eivissa