miércoles, 29 de febrero de 2012

El nacionalismo catalán y Albert Branchadell



Albert Branchadell, profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de la UAB, en un artículo publicado este jueves en El País
‘El nombre de August Rafanell saltó a la palestra en 1990, cuando firmó con Albert Rossich un panfleto donde se decía que el proceso de extinción del catalán “puede quedar sentenciado de aquí a unos cincuenta años, cuando la última generación que habrá tenido el catalán como lengua materna lo abandone para dirigirse a sus hijos”. El año 2040 se acerca y aquel pronóstico no tiene perspectivas de cumplirse; según el último Informe sobre la situación de la lengua catalana, no solo las personas que tienen el catalán como lengua materna no lo abandonan para dirigirse a sus hijos sino que que un “cierto flujo deatracción del catalán hace que algunos castellanohablantes elijan el catalán para transmitir a los hijos”.
Si la prospectiva no es lo fuerte de Rafanell, como historiador de la lengua y la cultura catalanas nos encontramos ante una figura que crece con cada obra que escribe.
[...] Con su dominio de las fuentes, [en Noticias de anteayer] describe con precisión etnográfica la “devastación de la catalanidad” iniciada en 1936, que con el ripio de la inmigración de los años 60 significó la aniquilación de la “vieja Cataluña” catalanófona. En este relato hay que prestar atención episodios especialmente relevantes para entender la complejidad del período. Un ejemplo puede ser la “desfascistización” de 1945: al mismo tiempo que Franco retira el saludo romano, sondea a los escritores catalanes para que vuelvan a una cierta actividad pública y el gobernador civil de Barcelona proclamaba el retorno del catalán “al acervo común de nuestra riqueza idiomàtica y cultural”. En aquella España católica, otro episodio interesante es el de la Iglesia catalana convertida en “sagrera” de la catalanidad, que tiene entre otras manifestaciones el resurgimiento de los juegos florales municipales “al amparo de las sotanas”. Y también es muy interesante seguir el tránsito de la política de exterminio a la de relativa transigencia de los años 50, cuando los primeros tratados con Estados Unidos empujan al régimen a “limpiar la cara a su fachada totalitaria”. Desde 1951, por poner un solo ejemplo, los premios Ciudad de Barcelona aceptan participaciones en catalán. Aunque las restricciones dominasen “hasta bien entrada la década de los sesenta”, el punto de inflexión ya era un hecho.
En un momento del relato Rafanell hace una pausa y se pregunta porlas raíces doctrinales del nacionalismo lingüístico español (de un nacionalismo, por cierto, que pervive hoy dentro y fuera del PP). Si Rafanell profundizase su incursión en la historia de las ideologías lingüísticas, tal vez descubriría que estas raíces se parecen mucho a las del nacionalismo lingüístico catalán (“una nación, una lengua”), y todo ello podría servirnos para entender las querellas lingüísticas del siglo XXI. ¿Tal vez Rafanell ya está preparando unas Noticias de hoy?’.

La Voz de Barcelona