sábado, 11 de septiembre de 2010

Polanski. El fin de una época, blog de Santiago González




Fin de una época

Nadie olvidará nunca en Hollywood la noche entre el 8 y el 9 de agosto de 1969. En la casa que los Polanski tenían en el número 10.050 de Cielo Drive, en Bel Air, se había cometido una masacre. Charles Manson, que aquella noche inscribió su nombre entre los más famosos criminales de la Historia, envió a Susan Atkins, Patricia Krenwinkle, Leslie van Houten y Tex Watson a la mansión citada, donde la mujer del propietario, la actriz Sharon Tate, daba una fiesta a sus amigos y amantes, categorías que al final de los años sesenta, venían a ser una sola. En el interior de la casa se encontraron los cadáveres de la anfitriona, que se había casado el año anterior con Polanski y estaba en el octavo mes de gestación, atada junto a su antiguo novio, el peluquero Jay Sebring, asesinada ella con 50 cuchilladas y él de un tiro que le disparó Watson; Abigail Folger, heredera de un emporio cafetero y su novio, el polaco Wojtecz Frykowski, acuchillados; y, en el exterior, el del joven Steve Parent, que había ido a visitar a su amigo, el jardinero, en un día inadecuado.

Manson, que aún cumple condena, y sus víctimas eran las dos caras de la cultura hippie. Entre los primeros pasos del hombre en la Luna, apenas veinte días antes, y la masacre de Bel Air, quedó clausurada la década prodigiosa. Sharon Tate quedó para siempre como un icono de aquellos años. Como James Dean. La muerte a edades tan tempranas, —Tate tenía 26 años— es un extraordinario adhesivo para fijar los mitos en el imaginario colectivo.

Ella era una actriz prometedora. No sabemos cómo habría envejecido hasta los 64 años que tendría hoy. De él, un gran cineasta, sí lo sabemos. Ocho años más tarde, Román Polanski, a quien todo el mundo veía aún como el viudo de Sharon Tate, invitó a una niña de 13 años a pasar un día con él en la casa de Jack Nicholson. La Justicia le imputó seis cargos, entre los que figuraban la violación y el uso de estupefacientes. Aunque sus abogados llegaron a un acuerdo con la familia de la niña para rebajar los cargos, lo que quedaba era suficiente para que el cineasta se abriera. Han pasado 30 años [2007] desde entonces, sin que Polanski haya podido volver a pisar Estados Unidos. En 2002 le fue concedido el Oscar al mejor director por El pianista. Sus abogados trataron de negociar su vuelta con el Departamento de Justicia de EE UU. A pesar de los 25 años transcurridos y de que el voluntarioso juez que impulsó el caso había muerto hacía 13, nadie le garantizaba que no fuera a ser detenido en plena ceremonia de entrega para ser llevado a la cárcel. Ante esta perspectiva, se conformó con esperar a que se lo llevara a París su amigo Harrison Ford.

Tampoco ha acabado de cogerle el gusto a la gente de su edad. Su mujer actual, Emmanuelle Segnier, con quien empezó a salir en el rodaje de Frenético, es dos años más joven que la niña a la que invitó aquel día en casa ajena. Polanski, que era 21 años mayor que aquella nínfula, lleva 33 años a la actriz francesa.