viernes, 4 de junio de 2010

'Personas y días de la segunda República' , de Mariano Llobet Román




UN GRAN LIBRO SOBRE LA GUERRA CIVIL
Antonio Parra
A L bombardear la aljama de Tetuán el gobierno de Azaña firmó su finiquito. Fue una de las causas inter alia por las cuales el visir de Marruecos se sumó a la rebelión de Franco en quien los imanes vieron una especie de enviado de Alá para salvar a España – los árabes por difícil que parezca también la aman y suspiran por lo que ellos denominan el paraíso- de las garras de los “hijos de la viuda”. Franquito tenía “baraka”. Prudente e indeciso como buen gallego y tratando de jugar todas las brazas las cosas le salieron mejor de lo que él esperaba. De “barakalofi” y uno de los secretos de su política exterior (ya sé que esta sentencia va a suscitar una mar gruesa de indignación, ha blasfemado, ¿por qué dices eso? pero al pan, pan) fue tener al moro contento. Los hados le
sonrieron. Aunque por esa baraka carecía de una línea definida de actuación. Confió su destino a las estrellas y las cosas le salieron bien por chiripa pero en Política las carambolas suelen ser tantos.

Este es uno de los corolarios que me asaltan al cerrar uno de los mejores libros que he leído sobre la guerra civil y que me ha tenido el puente con las “noches de claro en claro y los dos días de turbio en turbio”. Se trata de “Personas y Días de la Segunda República” del periodista y escritor ibicenco Mariano Llobet Román escrito con prosa exacta cabal ponderada y con mucho oficio y espléndidamente editado en octavo mayor, tela y sobrecubiertas policromas así como una faja que reza una sigla fatídica: 1936 y a expensas del autor. El buen paño en el arca se vende. Es el portazgo que hay que pagar al llegar al fielato del Gran Vigilante celoso de sus dominios y que no permite que entre tórculos más que aquello acorde con la corrección política que a Él, Gran Hermano Supercofrade y alto comisario de los pensamientos le peta. Según las leyes de la naturaleza, el levantamiento estaba llamado a fracasar. A ser una de tantas cuarteladas que se registraron en la turbulenta cronología de Hispania en el XIX, una nación “moribunda” según decían en el Foreign Office bajo la influencia de Lord Beaconsfield que ha pesado siempre mucho entre los británicos. Franco con su “chapuza” engañó a los ingleses, puso contra las cuerdas al Kommitern organización poderosísima en el mundo de los años 30, a Hitler le hizo un corte de manga lo mismo que a Mussolini y para más INRI y por aquella máxima cesárea de que si no les puedes vencer únete a ellos se consolidó en el poder gracias a los americanos. ¿Un milagro? No lo sabemos. Lo que sí es cierto es que se granjeó el apoyo de los enemigos históricos de España y la baza jugada por el Islam en su triunfo ovante, pues así habría que haber calificado su aventura si no hubiera costado un millón de vidas de españoles, fue determinante. Aparte de casual y atípica.

Sólo los monstruos sagrados, los aristarcos del sistema. Los aduladores de siempre y los que no piensen por su cuenta tiene garantizada por el Portero de Noche a la Gran Discoteca. Pues como muy bien dice el autor la izquierda española es una experta consumada tanto en los movimientos de masas como en el agit prop, una herencia de los ministerios de la v verdad propugnados por Stalín y que también copa y copia Goebbels. Que lo negro sea blanco y viceversa. De esa manera nos están vendiendo la burra y contándonos una “guerra civil” y unos años difíciles del directorio, república y dictadura que nada tienen que ver con el acontecer custos rotulorum sentencia inapelable. Gibson, Preston y sus pedisecuos hispanos se nos muestran como los custodios de los rollos de Moisés y la cosa no tiene vuelta de hoja. Son unos artistas en los hechos consumados. Mi experiencia como archivero me dice que nada más fácil que la parcialidad es uno de los riesgos del oficio; se tira de carpeta y sacas unos fon dos pero guardas otro y como periodista, ídem de lienzo. La objetividad entre humanos es un desideratum que rara vez se alcanza. Aunque conviene cribar el grano de la paja. Separar la verdad de la propaganda.

Como no ganaron la guerra en el brutal palenque que enfrentó a primera sangre a los dos bandos se permiten el lujo de ganar la guerra de la propaganda. Prego, prego, doña Victoria Prego, yo no me entrego. La manipulación, el maquillaje de la información y de los fotogramas son su especialidad. Hay que darles un grado pues trabajan sutiles dedos de artistas. Pero el riesgo de tal ardid es el haber exhumado cadáveres y esclavijar en heridas que los españoles creíamos cerradas. En falso claro está. Con el peligro subsequente de volver a las andadas.

Por eso es refrescante encontrar una prosa historiográfica como la de Llobet que ensambla la carpintería de la macabra tramoya de la guerra civil sin prejuicios de parte y sin inclinar el fiel de la balanza contando los sucesos a la llana tras cotejar muchos datos y sin apasionamiento. Y que se acerca a esa aspiración a la objetividad que ha de animar a todo aquel que escribe renunciando a la tentación panfletaria del pasquín.

Llobet nos retrata una república traída por monárquicos (el hijo de Maura) que siempre fueron en este país los mayores enemigos de la monarquía y por señoriítos de aire burgués. La gran faena a Alfonso XIII se la hicieron sus lacayos y ayudad de cámara. Romanones “con lo que me tengo o lo que me toque” o el propio Maura con quien España se fue a la cama monárquica y amaneció republicana. Luego los ternos y los sombreros de fieltro los zapatos de tafilete fueron desbordados por las alpargatas de los descamisados con viseras de menestral. A Azaña el país se le fue de las manos a causa de un cúmulo de desaciertos: la puñalada separatista de Maciá y Aguirre en Vascongadas y las provincias catalanas, la revolución del 34, su reforma deseable pero fracasada del ejercito, su anticlericalismo cerval, las desavenencias con las familias políticas de izquierda, el naufragio de la reforma agraria, la quiebra del orden público. En fin, entre todos la mataron y ella sola se murió.

Ocioso es confesar que el friso que traza de los protagonistas de la tragedia es acertado. Nuestra guerra, festival de odios, fue un conflicto entre espadones más o menos despechados por la Ley Azaña. Fueron generales afectos a la república (Queipo, aquel pundonoroso y lenguaraz vallisoletano tan valiente como descomedido; Sanjurjo, el jefe de los guardias, un Hijo del Cuerpo; Mola, también masón ex director de Seguridad y autor de “Lo que yo supe” y en verdad era el que más sabía; Cabanellas, otro masón y conspirador nato) los artífices de la conjura. Un pleito entre bienquistos y malquistos por el régimen por cuestiones del escalafón y siempre tratándose de militares por los destinos por los garbanzos y la paga. Dice el autor y dice bien que el Ejército que había salido derrotado de la guerra de Cuba y había derrochado hombres y dineros – la historia de España es un perpetuo despilfarro- padecía de macrocefalia. Había más jefes que indios y casi más oficiales que soldados. Marruecos fue un objetivo de promoción profesional para subir de nivel y recabar medallas por méritos de guerra. Pero los enchufados se quedaron en regimientos de la Península mientras que los sospechosos eran enviados a Mahón a Larache o a Canarias. La reforma para mejorar la operatividad y efectividad de nuestro gran monstruo n más cabezas que patas se hacía del todo necesaria pero al presidente de la república le faltó tacto y se enajenó con una parte de la cúpula militar. De ahí surge la imagen esperpéntica de un pacifista como Manuel Azaña al frente del Ministerio de la Guerra. El gavilán custodio del palomar. Sin embargo, la parte más prestigiosa, casi todo el Estado Mayor (Rojo, Hernández Sarabia, Miaja) le fue afecta. Ahí está el quid de la cuestión y un verdadero filón en adelante para conocer las causas desencadenantes del drama.

En cuanto a los civiles, el perfil no puede ser más acertado: el sicalíptico Lerroux el emperador del Paralelo notable por su afición a las señoras y del que luego diría Koestler en sus Memorias que había convertido su coche oficial en un mueble o nido de amor que siempre rodaba con las cortinillas bajadas; el desbordante Indalecio Prieto Tuero don Inda pero acaso el más humano y que nunca dio de mano a su bonhomía de dicharachero ovetense; Manuel Azaña buen escritor pero bastante mal persona; Miguel Maura Gamazo hijo de por ser vos quien sois, del gran prócer mallorquín de la Restauración; don Niceto Alcalá Zamora acaso el más brillante y el que sale mejor parado de este repaso en forma a nuestro ayer inmediato y más presente hoy que nunca y que Llobet engloba en sus compendiosos retratos bajo el lema de recordando que es gerundio.

No faltan datos de un patetismo conmovedor porque España aun en el paroxismo de sus tragedias sabe ser tan generosa como heroica. Fue el caso de aquel asalto a un cuartel de la guardia civil en Sama durante la revolución de Asturias en que un minero parlamenta con el jefe de puesto preparado a inmolarse numantinamente pues su mujer y dos niños de corta edad se metieron dentro de la casa cuartel. Sin embargo, el picador logra persuadir al sargento de la Benemérita para que deje salir a sus hijos. Los sitiados perecieron en el asalto pero una niña, Carmencita, de un año, llegaría a ser novia de Mariano Llobet que estudió Derecho en Oviedo y habla con ternura de aquel Oviedín del alma donde en la fachada de San Isidoro – allí bautizaron a mi mujer y cantaron el gorigori a muertos que para mí son muy queridos- los mozos jugaban a la pelota.

Por último, aporta datos desconocidos sobre el desarrollo de la contienda en las Pitiusas. El balear archipiélago jugó un papel fundamental en la evolución de los acontecimientos pues de allí era don Juan March el banquero de Franco y de donde salieron los dineros para la financiación del viaje del Dragon Rapide. En Mallorca fue muy fuerte la represión y las luchas banderizas. En Ibiza la patria del autor, menos. Pero en Menorca, crudérrima merced a las fechorías de un siniestro personaje el Brigada Marqués que se alzó con el mando de la plaza fusilando a la plana mayor de la oficialidad y al clero de la diócesis. Pasó por las armas a un sacerdote disparándole con un pistolón a bocajarro a un cura que se negaba a escupir sobre un rosario que llevaba en el bolsillo. Detalle impresionante e ilustrativo de la saña de aquellos días que ojalá nunca vuelvan a repetirse.

“Pudiera haber escrito el libro en catalán” me dijo Mariano “pero no me ha dado la gana”. Es su lengua materna. Sin embargo en su catalanismo vibra todo él de españolidad y de “seny”. En las páginas de este libro encontrará el lector ese humanismo, esa forma de ver las cosas con una cierta melancolía y desapasionamiento periférico y de luz mediterráneo que nos es negado que tenía también José Pla un escritor muy de moda y al que la prosa clara perfilada y con mucho oficio de Llobet me recuerda. Los insulares enfocan el problema del laberinto español bajo otra lente y por supuesto que estamos delante de un español liberal y un patriota. Su crítica demoledora hacia la personalidad de Francisco Franco Bahamonde no la comparto en algunos trancos pero me admira. Dichoaber escrito el libro en catalán” me dijo Mariano “pero no me ha dado la gana”. Es su lengua materna. Sin embargo en su catalanismo vibra todo él de españolidad y de “seny”. En las páginas de este libro encontrará el lector ese humanismo, esa forma de ver las cosas con una cierta melancolía y desapasionamiento periférico y de luz mediterráneo que nos es negado que tenía también José Pla un escritor muy de moda y al que la prosa clara perfilada y con mucho oficio de Llobet me recuerda. Los insulares enfocan el problema del laberinto español bajo otra lente y por supuesto que estamos delante de un español liberal y un patriota. Su crítica demoledora hacia la personalidad de Francisco Franco Bahamonde no la comparto en algunos trancos pero me admira. Dicho sea sin perjuicio de parte de razones de amistad y de parentesco pues Mariano está casado con la prima que más quiero, la hija de mi tío Pedro el Sacristán que Dios haya, esto es Rosarito con la que compartí juegos de infancia.

HOY, 17 de mayo, día de San Pascual Bailón “Personas y días de la segunda República” se presenta en el Ateneo de Madrid.

Este texto de presentación lo he reproducido de Vistazo a la prensa