Grupo Mariano Digital
sábado, 5 de junio de 2010
Operación Trueno. El imperio de Ferré nació en 1974 con una planta envasadora de agua
El empresario catalán arruinó Aguas de Benirràs y una distribuidora de alimentos y bebidas antes de embarcarse en su frenética compra de hoteles a mediados de los años 90
IBIZA | JOAN LLUÍS FERRER «Natural o con gas, beba Agua Benirràs». Este era el lema de la primera empresa conocida que Fernando Ferré Cardó puso en marcha en Ibiza –Aguas de Benirràs– en aquel lejano 1974, cuando el entonces treintañero catalán llevaba unos años residiendo en la isla y ya apuntaba las maneras poco ortodoxas que le acabarían llevando a la cárcel mucho después. Entonces, cuando aún faltaba un año para que muriera Franco, el Ministerio de Industria declaró como aguas «minero-medicinales» las que manaban del manantial Can Salvador, una finca cercana a Sant Miquel, y dos años después, en 1976, recibió la declaración de utilidad pública.
Tanto si logró esos reconocimientos de forma limpia como si fueron el resultado de sus habituales estratagemas, lo cierto es que un buen número de mujeres de Sant Miquel fueron empleadas en la planta embotelladora instalada en una nave situada en el kilómetro 2 de la carretera de Santa Eulària, en el municipio de Vila. Testigos de aquella época relataron ayer que las autoridades locales descubrieron que, en realidad, Ferré envasaba agua procedente de la red del Ayuntamiento de Ibiza. Personas que trabajaron en aquel momento con Ferré no recuerdan este episodio, pero no se atreven a descartarlo porque «encajaba perfectamente con el personaje».
Aguas de Benirràs dio lugar inmediatamente al Cash Benirràs (Benirràs de Alimentación SA), dedicado a la distribución de alimentos y bebidas y que tenía una gran actividad y un elevado movimiento económico. Era el principio de los años 80 y entonces sólo había tres grandes empresas de distribución en la isla: Exclusivas Miró, Bodegas del Puerto y Cash Benirràs.
Aguas de Benirràs, entretanto, se convertía en Venitel (Aguas de Montaña SA). Pero en los primeros meses de 1984 tanto el Cash como la embotelladora de agua se fueron al garete y presentaron suspensión de pagos, «dejando a mucha gente colgada», tanto trabajadores como proveedores, puesto que ya entonces Ferré tenía la costumbre de pagar a bastante largo plazo. «Con él todo era muy complicado. Un negocio que podría ir bien, con él se transformaba en una locura. El sistema de trabajo consistía en mucha presión, improvisación y descontrol», agrega este ex empleado de aquellas primeras empresas.
Por aquel entonces, Fernando Ferré ya hizo sus primeras incursiones como hotelero, con la ayuda de otros empresarios de la isla, que luego acabarían enfrentados con él. El primer establecimiento turístico que montó Ferré fue el Hotel Playa Sol –de ahí el nombre del futuro imperio–, situado en es Viver. Casi a continuación creó el Playa Sol II, justo al lado.
Y entonces, hacia 1985, se abre un paréntesis en la vida de Ferré Cardó por lo que se refiere a su relación con Ibiza. Abandona la isla, se desentiende de sus anteriores actividades aquí y no regresará hasta principios de los años 90. Fue a su vuelta cuando Ferré adquirió el perfil con el que ahora se le conoce, empezando a comprar hoteles de manera compulsiva. Algunos de sus colaboradores se preguntaban «de dónde sacó el dinero si cuando se fue de Ibiza estaba muerto económicamente», y no descartan que durante su estancia fuera de la isla «pasara algo» que determinó sus futuras actuaciones.
Se configura el Grupo Playa Sol
Sea como sea, empezó a configurarse el actual Grupo Playa Sol con la compra de hoteles en ses Figueretes, Platja d´en Bossa, Sant Antoni y la bahía de Portmany. El primero en ser adquirido fue el Palau, en ses Figueretes, mientras que en Sant Antoni compró el Montblanc (ahora llamado Hotel del Mar), el Monterrey, el Catalina o el Coves Blanques (ahora Central City), todos ellos en la segunda mitad de los años 90. La patronal del sector, tradicionalmente liderada por la cadena Doliga –ahora Fiesta Hotels–, empezó a inquietarse y vio amenazado su hegemonía. «Mirad que Ferré ya tiene miles de camas», avisó un buen día el entonces jefe de la Federación Hotelera a un periodista. De repente, el ´hotelero-pirata´, como ya se conocía a Ferré, se había hecho con 5.000 camas y era el tercer grupo del sector en Ibiza, sólo por detrás de Fiesta Hotels (con 10.000 entonces) y Sirenis, con 5.500. Era el año 2004. Pero bastaron seis años más para convertirse en el primer grupo, con casi 15.000 camas, un 20 por ciento del total insular. De la noche a la mañana, el hotelero-pirata se había convertido en el rey.
El primer conflicto que apareció como noticia tras su regreso a Ibiza data de 1999, cuando Ferré realizó obras ilegales en los apartamentos Pimar, de Port des Torrent. En 2002 el Consell ordenó el cierre de dos hoteles de ses Figueretes, el Panoramic y el Tropical Garden; en 2008 decretó la clausura de los hoteles San Remo, Mare Nostrum y Catalina, y en 2009 ordenó cerrar el Club Marítimo y el hotel Central Playa. Todos ellos siguen funcionando gracias a una cascada de recursos judiciales que le han permitido sortear estas disposiciones de clausura.
El reguero de denuncias que dejó Ferré tras de sí en la última década es espectacular: obreros hacinados en sótanos, en áticos bajo un simple cobertizo, en barracones..., horarios tercermundistas, ausencia de contratos legales, semanas enteras sin un día libre, órdenes despóticas y amenazas, impago de salarios...
Como consecuencia de las denuncias de los sindicatos y la acumulación de actuaciones ilegales, Fernando Ferré fue detenido el 3 de febrero de 2006 tras una redada de la Policía Nacional, que descubrió en una de sus obras a más de treinta trabajadores extranjeros sin residencia legal en España. Ferré fue condenado por ello en noviembre de 2009 a dos años de cárcel, aunque eludió la prisión por carecer de antecedentes penales. Para entonces, el fundador del Grupo Playa Sol ya había recibido una sanción –aún recurrida– de cuatro millones de euros por contratos irregulares.
Nada de esto inquietó al hotelero catalán, que se jactaba de ser invencible ante sus subordinados. Pero en silencio, la maquinaria del Estado hacía ya tiempo que le vigilaba desde todos los ángulos. El viernes, 28 de mayo, un despliegue policial y judicial como nunca se había visto en Ibiza le paró los pies de forma definitiva. Hoy duerme ya en la cárcel.
Diario de Ibiza
Foto J.A. Riera