sábado, 23 de mayo de 2009

La Facultad de Medicina, otra frivolidad de Thomás y del Govern, por Antonio Alemany Dezcallar


* Habida cuenta la nula entidad académica de conseller de Salud, Vicente Thomás, y su sorprendente concepción asistencial que prima lo catalán y el catalán por encima de cualquier otra consideración hay que echarse a temblar ante este proyecto de Facultad de Medicina que, con premeditación, alevosía y casi nocturnidad, se ha sacado de la manga.



* Da la fundada impresión de que estamos ante un improvisado, caprichoso y frívolo proyecto personal, cuyo coste recaerá sobre los lomos fiscales de los ciudadanos. De entrada, un señor que piensa que, para ejercer en la sanidad pública balear, es requisito y conditio sine qua non el conocimiento del catalán está, de entrada, incapacitado para emprender aventuras de mayor envergadura y responsabilidad. El señor Thomás es, sin duda, mas un lingüista- y un catalanista- que un médico. Mal asunto que se reedite, en la Facultad de Medicina, el nefasto error de una UIB convertida en nido de fanáticos catalanistas y que ha trastocado- con las excepciones que se quieran- su función transmisora de conocimientos y de cultivo de la investigación por una especie de función salvífica de la sociedad balear para integrarla en la catalanidad. El episodio de Román Piña, no sólo revela la miseria moral de la UIB, perpetrando un estúpido agravio gratuito a un catedrático fundador de la Universidad, sino los “valores” y “principios” que informan a la tecnoestructura rectora: Piña, al final de una fecunda trayectoria docente e investigadora, ha sido expulsado de la UIB por la sencilla razón de que no es de los “suyos”, no es catalanista.



* Por otro lado, los presupuestos que, según Thomas, casi “exigen” una Facultad de Medicina están al mismo nivel de su gestión de la sanidad balear. De entrada, hay que dar respuesta a dos preguntas fundamentales: primera, ¿es necesaria en Baleares una Facultad de Medicina?, y, segunda, ¿podemos permitirnos el lujo de crearla y mantenerla?



* A la primera de las preguntas, Thomás responde con una fantástica y torpe argumentación: contabiliza el número de centros sanitarios de Baleares y de ahí deduce que se dan las condiciones que aconsejan la Facultad. No es la red hospitalaria lo que debe ponderar Thomás, sino otros dos parámetros fundamentales: el target de hipotéticos alumnos y la población- mallorquina, que no balear- como presupuesto básico e imprescindible para el correcto funcionamiento de un centro universitario.



* De entrada, esta facultad no sería “balear”, sino “mallorquina”, ya que a los potenciales estudiantes menorquines e ibicencos les sale igual o más caro trasladarse a Palma que a la península, encima a unos centros acreditados que están y estarán a años luz de una facultad doméstica de pa amb oli. No es aventurado pronosticar que, suponiendo más o menos estable el actual número de estudiantes baleares de Medicina, opten, en el futuro, por preferir una formación en la facultad doméstica y no en facultades de Madrid, Barcelona, Valencia o Navarra que es a dónde acude el grueso de los futuros médicos baleares. Para colmo, y dado que lo del catalán nos ha expulsado del mercado nacional español, resulta que el futuro profesorado de la Facultad sólo se alimentará de catalanes o de médicos de aquí. Nos hemos de meter en la cabeza que, mientras nos gobiernen- en la UIB y en las instituciones- estos fanáticos, cualquier proyecto universitario será todo lo contrario de lo que significa “Universidad”, es decir, “universalidad”.



* Una Facultad de Medicina es, por la propia naturaleza de los estudios que imparte, algo “diferente” del resto de Facultades. De ahí la importancia que tienen los niveles poblacionales, no únicamente desde el punto de vista del target de alumnos, sino de la praxis docente y de la praxis médica a secas. Son Dureta, Son Llatzer, la Policínica o la Rotger practican una excelente medicina de notable nivel. Sin embargo, esto no basta y toda nuestra importante estructura asistencial es tributaria, en no pocas patologías, de centros hospitalarios peninsulares. Y no por falta de “ciencia” sino por algo que es consustancial con la Medicina: el número de enfermos que tratan. Las tasas de morbilidad de nuestra población- el número de casos de enfermedad de una población- son, por obvias razones demográficas, ridículas. Y, una de dos: o se tiene suficiente población enferma, como es el caso de Madrid, Cataluña o Valencia, o se tiene un centro de referencia con vis atractiva sobre todo el ámbito nacional, como es el caso de Navarra. Ni lo uno ni lo otro se produce ni lleva camino de producirse en Baleares.



* A la vista de este panorama, la respuesta a la pregunta de si podemos permitirnos el lujo de montar una Facultad de Medicina cae por su propio peso: no. Una Facultad de Medicina sale muy cara y, cualquier político responsable, deberá ponderar la relación coste-beneficio. Salvo que su promotor sueñe con ejercer de profesor en el chiringuito, en este caso no sabemos si para impartir medicina o para impartir catalán.

Editorial de Libertad Balear