Desde los portals de feixa a los métodos constructivos, el alzado de las casas o las dimensiones de los muros. Rolph Blakstad veía por todas partes similitudes entre la arquitectura tradicional pitiusa y las formas de construcción implantadas por los cartagineses hace más de 2.000 años. Dedicó toda una vida a demostrar su teoría y el resultado de aquel trabajo se publica ahora en un libro ilustrado con sus propios dibujos.
Rolph Blakstad en una imagen de 2003. j. a. riera |
RAQUEL SÁNCHEZ | SANT CARLES Cuando Rolph Blakstad murió en abril de 2012, a los 83 años, el arquitecto Elías Torres aseguró que el mejor homenaje que se le podía hacer era publicar el libro sobre la investigación a la que dedicó 40 años de su vida. El canadiense, afincado en Ibiza desde 1956, tenía la teoría de que la arquitectura tradicional ibicenca tiene su origen en la ocupación de fenicios y cartagineses y defendió que, en más de dos milenios, las construcciones apenas han variado. Blakstad dedicó buena parte de su tiempo a recabar información que corroborase esa teoría y reunió numerosos documentos en los que se evidencian las similitudes de la arquitectura tradicional ibicenca y las costumbres de las islas con las de otros puntos, sobre todo de Oriente Medio, con los que comparte raíces fenicias.
El resultado queda recogido en ‘La casa eivissenca. Claus d’una tradició mil·lenària’, que esta tarde, a las 20 horas, será presentado en el Club Diario de Ibiza en un acto en el que intervendrán su hijo Rolph, el editor José Olañeta, el arquitecto Salvador Roig y el presidente de la delegación en Ibiza del
Col·legi d’Arquitectes de Balears, Iván Torres. Con la publicación de este libro, que no solo supone la plasmación de la teoría de Blackstad sino una compilación de estudios de gran valor etnológico, se cierra un círculo. Rolph Blakstad Jr. explica que los arquitectos Elías Torres y Salvador Roig son en buena medida responsables de que el libro haya visto la luz. Hace cuatro años se interesaron por este trabajo y ayudaron a encontrar subvenciones para la traducción al catalán de la obra de Blakstad, escrita originalmente en inglés.
«Gracias a eso la edición del libro se pudo hacer junto a mi padre, cuando todavía vivía», aclara Rolph, el menor de los cinco hijos de Blakstad.
El canadiense había comenzado a recopilar información, dibujar fincas payesas y hablar con los isleños en los años 60. Tras más de tres décadas midiendo paredes y vigas, retratando porxos e inventariando construcciones centenarias comenzó a escribir en 1996. Su hijo explica que, por aquel entonces, acababa de instalarse en la isla el editor británico Martin Davies, que pasó meses trabajando junto al inquieto investigador para ayudarle a poner en orden todos sus documentos y configurar la estructura del libro. Unos años antes, en 1989, los textos de Blakstad ya habían estado a punto de ver la luz.
Obra inacabada
El mismo editor que ahora publica ‘La casa ibicenca’, José Olañeta, había logrado una subvención para publicar el libro, pero el autor se echó atrás porque consideraba que todavía no estaba terminado. Nunca lo consideró cerrado, siempre entendía que había algún elemento para añadir o un aspecto técnico en el que profundizar y pasó cuarenta años reescribiendo, actualizando y ampliando sus manuscritos.
El mismo editor que ahora publica ‘La casa ibicenca’, José Olañeta, había logrado una subvención para publicar el libro, pero el autor se echó atrás porque consideraba que todavía no estaba terminado. Nunca lo consideró cerrado, siempre entendía que había algún elemento para añadir o un aspecto técnico en el que profundizar y pasó cuarenta años reescribiendo, actualizando y ampliando sus manuscritos.
Blakstad Jr. lamenta ahora que su padre no llegara a ver su obra encuadernada y en un formato que permita la divulgación de su trabajo, pero sonríe al confesar que su progenitor, cuya vida profesional también estuvo dedicada a la arquitectura, hablaba incluso de un segundo volumen.
En ese segundo libro le hubiera gustado explicar cómo adaptar la vivienda tradicional y las características heredadas de los cartagineses a la actualidad. Quería demostrar que las pautas preservadas durante milenios podían ser compatibles con las comodidades de la vida moderna. No dejó ni una sola página sobre estas cuestiones, pero no hacía falta. «Lo puso en práctica en cada una de las casas que construyó», destaca su heredero.
‘La casa eivissenca’ se ha publicado en catalán, pero la familia pretende aumentar su divulgación con ediciones en inglés, idioma en el que el autor lo redactó, y castellano, para lo cual los textos están siendo ya traducidos. El menor de los hijos de Blakstad señala que cada vez hay más expertos que coinciden con las premisas enunciadas por su padre, pero recuerda que durante mucho tiempo la suya fue la voz discordante.
«Mantuvo la misma teoría desde los años 60, pero no era arquitecto, ni arqueólogo…», indica Rolph sobre el escepticismo que los profesionales mostraban respecto a sus argumentos.
Nunca se licenció en arquitectura, sin embargo fue un gran dibujante y sus ilustraciones suponen un valor añadido en la obra. «Incluso a quienes el texto les parezca complicado, el libro les interesará por su valor gráfico. Es un archivo poco común de la casa ibicenca e imposible de realizar hoy, porque muchas de las viviendas reflejadas han desaparecido o han sido modificadas. Recoge los planos de la casa más humilde y explica cómo se desarrolla, porque una casa está en constante evolución y crece según las necesidades de la familia», señala Blakstad Jr.
El libro incluye numerosas anotaciones a pie de página y referencias bibliográficas realizadas por el autor, que parafraseaba a Goethe y utilizaba el término «música silenciosa» para describir las casas y fincas que, en su opinión, realzan el paisaje de la isla.
«Estamos en 1996. Hace 40 años que mi mujer y yo llegamos a Ibiza, en 1956. […] la isla era pobre, pero autosuficiente e independiente. Ahora depende absolutamente de sus relaciones con el mundo en general». Así comienza un libro escrito en primera persona y en el que se adivina la insaciable curiosidad del inquieto Blakstad, interesado en infinidad de campos, de la arquitectura a la arqueología pasando por la historia, la etnología o la genética.
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