martes, 4 de diciembre de 2012

Expolio fiscal y corrupción, por Joan Font Roselló




DE MI GLORIOSA época como diputado autonómico todavía recuerdo cuando la televisión autonómica me invitó a un debate sobre
financiación y balanzas fiscales. También habían invitado a Miquel Angel Flaquer, por
aquel entonces consejero de Hacienda del
Consell de Mallorca que presidía Maria
Antònia Munar. Nos enzarzamos a polemizar sobre estos abstrusos temas que el ciudadano corriente no entiende y que por tanto
desprecia olímpicamente. Flaquer aseguraba que el expolio (déficit) fiscal de las Islas
era de unos 3.000 millones de euros, impuestos que se recaudaban en Baleares y que se
iban rumbo a Madrid para no regresar jamás. UM era

entonces la formación que con
más ahínco denunciaba el expolio fiscal, más
incluso que el PSM hasta que Pere Sampol
rescató el «Madrid nos roba» como eje principal de la apuesta de ‘Unitat per les Illes’ antes de estrellarse en las generales de 2008.
Ironías del destino, UM, esta «asociación ilí-
cita» para delinquir, era la abanderada contra
el supuesto expolio fiscal. Una contradicción
en sus propios términos porque si hay algo
que no casa con reclamar una mejor financiación o un retorno más generoso en forma de
inversiones estatales son precisamente la corrupción y el despilfarro. Si tiras el dinero que
tienes, ¿no es acaso una desvergüenza pedir

más? Flaquer se quejaba de vicio. Siendo consejero de Hacienda, el presupuesto del Consell no hizo más que crecer pese a su dependencia económica de otras instituciones como el Gobierno central y sobre todo del
Govern. El derroche del munarato doceañista pasará a los anales de la historia balear.
Munar quería competir con Jaume Matas y
no se privó de nada. Con motivo de la Diada
de Mallorca la Princesa llegó a gastarse
600.000 euros (100 millones de pesetas) en
banderas mallorquinas, una muestra, entre
otras muchas, de los alardes de UM a la hora
de disparar con pólvora del rey. Eran tan insuperables en el derroche como en el cobro
de comisiones. Recientemente se ha sabido
que algunos empresarios llegaron a quejarse
a la cúpula de UM por la cantidad de recaudadores que tenía el partido. Al parecer cada
facción (munaristas, nadalistas y Liga Norte)
tenía su propia caja B.
Más tarde y ya fuera de la política, en los
mismos platós de IB3, me encontré con un
conocido periodista del Grupo Serra. El escándalo de Son Oms y la situación precaria
de Tomeu Vicens en la cámara balear estaban en su apogeo. El periodista me confesó
que los mallorquines nunca seríamos como el
pueblo catalán que, para defender al presidente Pujol en el caso Banca Catalana, no había vacilado en envolverse en la señera. Atacar a Pujol era atacar a Cataluña. Tapar los
trapos sucios del President había sido un servicio al país. La corrupción, insistía y no le faltaba razón, era incompatible con pedir más
autogobierno.
La comparación del hombre de Serra no
era casualidad. En efecto, el clon de UM fue
siempre Convergència i Unió (CiU), esta otra
simbiosis de corrupción al por mayor y victimismo exacerbado. El rosario de corruptelas
que jalonan al partido de la familia Pujol nada tiene que envidiar al que exhibe la formación de Munar: Banca Catalana, Pallerols, Casinos, fundación Trías Fargas, Pretoria,
«vostès tenen un problema i aquest problema
es diu el tres per cent», caso ITV, el saqueo del
Palau… Un informe policial acaba de revelar
que parte de las comisiones que se cobraban
a través del Palau de la Música iban a parar a
las cuentas corrientes suizas y de Liechtenstein de los Pujol. Y que uno de sus testaferros
(«fiduciario») no era otro que el padre de Artur Mas. Evasión fiscal y expolio fiscal. Latrocinio a manos llenas por parte de quienes se
llenan la boca de que Madrid roba a los catalanes. ¿Víctimas de qué… y sobre todo de
quién? Así las cosas, a nadie debería extra-
ñarle que pidan la independencia, sólo la secesión puede salvar los negocios familiares.
Justicia catalana, mossos d’esquadra y hacienda propia. Así, cualquiera.
UM siempre quiso ser CiU, lo tenía todo
para serlo. Vidas paralelas. Le faltaba sólo un
ingrediente: los votos. CiU siempre fue el espejo en el que se miró UM hasta el punto de
disputarle al PSM el inmenso privilegio de
ser su «socio preferencial» en las Islas. CiU
ha sido el «pal de paller» del nacionalismo
catalán y no faltaron tentativas aquí en Mallorca para que UM siguiera sus pasos y convertirse en la «casa común» del nacionalismo
mallorquín. Estos intentos se multiplicaron
en las postrimerías de la legislatura 2003-
2007 cuando el pacto Matas-Munar estaba ya
moribundo. Eran otros tiempos y UM, gracias a la mamandurria del Consell, aspiraba
a hacerse con parte del electorado de un
PSM escindido, debilitado, en la oposición y
con querencias demasiado extremistas como
EU. UM se presentaba ante las asociaciones
culturales catalanistas como el primo de Zumosol al ser el único partido nacionalista con
acceso al botín presupuestario. Gracias a su
pacto fáustico con Matas, Munar podía cobijar bajo sus alas a los polluelos nacionalistas
que habían quedado a la intemperie. Algunos, como Pere Muñoz o Sebastià Serra, se
dejaron seducir por estos cantos de sirena,
mera autopropaganda. Frente a los radicales
pesemeros, UM se presentaba como una formación moderada y centrada ideológicamente, que sabía llegar a pactos con unos y con
otros, con capacidad de gestionar un presupuesto público y que aspiraba a transformar
la confrontación social (izquierda-derecha)
por la nacional (mallorquines contra peninsulares y/o inmigrantes). La corrupción a
gran escala de la formación no había estallado pero gran parte de las causas judiciales
abiertas nos retrotraen a aquella época, cuando UM aspiraba a ser la CiU mallorquina.
El Mundo