domingo, 20 de mayo de 2012

María Antonia Munar, discretamente vestida para convencer


Pobre por precaución



Munar llegando a la Audiencia Provincial de Palma. | Efe

María Antonia Munar se ha sentado esta semana en el banquillo sin carrocería ni pistas exteriores de la fortuna que dilapidaba en Serrano cargada de bolsas como si en lugar de gobernar Mallorca hubiese enviudado en Wisteria Lane.
Éste es un rasgo muy acusado de la Justicia: desposeerle por precaución al acusado no de lo que tiene ni lo que va a tener, como decía William Munny de la muerte, sino de lo que presume. En este sentido Munar es una mujer poco fascinante porque responde a un patrón vulgar: señora que se hace rica en política y lo gasta en gafas. Su mérito es que lo ha hecho alejada de partidos mayoritarios, creando para tal efecto una causa que ella define como nacionalista pero que es puramente particular.
Cualquiera con instinto retorcido puede pensar en subirse al PP o PSOE para medrar, pero organizarse en montar un partido y llegar con él a gobernar unas islas es algo a lo que sólo podría aspirar un romántico como Robinson Crusoe. La caída ha sido de manual y en ella no han faltado sobres con efectivo.
Para defenderse, en lugar de la pose desafiante de sus primeras visitas al juzgado, Munar ha optado por lavarse la cara y repetir ropa, piadosa y lejana como las corrientes, descartado el tupper por haberlo registrado antes Rajoy, que es precisamente registrador. En España, hoy en día, nada promueve la austeridad como el banquillo de los acusados.
El Mundo