| - Desde el primer momento, se veía venir el desenlace de Spanair. Concurrían ahí todos los elementos que anunciaban el desastre: una compañía ineficiente, una negativa del mercado- las otras compañías- a salvar e integrar a la empresa ineficiente y la ridiculez nacionalista catalana que, a modo de “caballo blanco”, asumía la salvación de Spanair en nombre, no de unos objetivos empresariales, sino de unos objetivos políticos como era crear una “compañía bandera” para mayor gloria de Cataluña.
- Cosas parecidas ya habían ocurrido en la sociedad subsidiada del socialismo español- tampoco se salva el PP- que nos ha conducido a la brutal crisis que padecemos. Ahí confluían todos los tópicos y fetiches de la socialdemocracia: socialización de las pérdidas empresariales en nombre del mantenimiento del empleo y de la supervivencia de lo ineficiente, “obligación moral” de acudir en ayuda del fracaso empresarial y convicción de que la economía y el mercado podían modelarse desde el poder político. El resultado ha sido, no por previsible, menos tremendo: adiós al empleo, adiós a las empresas ineficientes y adiós a esta voluntadmodelizadora de la actividad económica. Adiós a Spanair. Los medios de comunicación han aportado su granito de arena al desastre reclamando “salvar” a Catisa, a El Caserío, a Spanair y a toda cuanta empresa en crisis se pusiera a tiro de esta voluntad salvífica.
- El desastre de Spanair no es una “venganza” del libre mercado, sino la constatación empírica de lo que Sombart, Schumpeter- ¡e incluso Bakunin!- analizaron y estudiaron: las crisis económicas tienen la virtud de depurar de ineficiencias el mercado a través de los que estos autores denominaban “destrucción creativa”, es decir, la “destrucción” de la obsolescencia ineficiente y su sustitución por lo nuevo y creativo.
Spanair es un ejemplo de libro. Otros vendrán que la sustituirán. Esperemos que nuestros sociatas y no sociatas hayan aprendido esta tremenda lección. No estoy seguro de ello. |