| Nuestro sistema político-constitucional está basado en el régimen de partidos políticos que asumen la función de seleccionar a la clase política y ofertar a la ciudanía, cada cuatro años, lo que podríamos llamar “oferta ideológica”. Somos una democracia representativa, no una democracia plebiscitaria, ni una democracia censitaria, ni una democracia directa como quieren los “indignados”. La soberanía nacional está residenciada en el pueblo español, no en los partidos políticos ni en el Parlamento. Por esto está prohibido el mandato imperativo- los diputados y senadores representan al pueblo español, no a sus partidos- a pesar de que a los partidos, a los diputados y a los senadores les importa un rábano la imperatividad de su mandato, algo que, por ejemplo, no ocurre con las “madres” de las democracias modernas que son Gran Bretaña y los Estados Unidos, donde diputados y senadores votan “en conciencia”, es decir, se toman en serio lo de que son representantes de la nación y no de unas siglas partidistas.
Sirva este exordio rollazo y cognazo- galicismo por connerie o connard que así queda más suave- para patentizar la importante función que cumplen los partidos políticos en el marco constitucional español. A mi, personalmente, me parece un disparate y un error moral e intelectual el socialismo residual que sobrevive a duras penas en el mundo occidental, incluso en sus versiones light, que no son las nuestras, ni las de Antich, Zapatero, Calvo o Armengol y el PSIB, sino de las socialdemocracias europeas. Doctrinal y teóricamente estamos ante “el fin de la Historia” proclamado por este Fukuyama que no ha leído nunca, jamás, la izquierda a pesar de que pontifican sobre su persona y tesis: fuera del sistema liberal como organizador de las sociedades y de los Estados, no hay nada, salvo elgoulag, el islam y la incompetencia imbécil que nos ha conducido, a España y a Baleares, al desastre y a la ruina.
Por esto, tras la debacle electoral, debe reciclarse y repensarse el PSOE en general y el PSIB en particular. El Partido Socialista es necesario, no sólo porque representa políticamente a la mitad del electorado, sino porque es fundamental para que se produzca la sanísima alternancia en el poder que es síntoma de buena salud democrática en la medida que supone una limitación a las querencias eternizadoras de políticos y partidos. De ahí que sea preciso este reciclaje democrático porque, lo que no puede ocurrir, son varias cosas: que nos gobierne alguien como ZP o Antich o Armengol y que, cada alternancia, suponga casi un salto en el vacío, lo cual indica que no hay coincidencia de los principales partidos en los principios y valores fundantes de nuestro sistema político.
Hoy, el profesor Martí March publica un magnifico artículo en el DM sobre la necesidad de que el PSIB se replantee en profundidad prácticamente su razón de ser en un contexto occidental en el que el socialismo es socialdemocracia y no memoria histórica vengativa, nacionalismo identitario de las partes del todo, topicazos insostenibles desde un punto de vista de seriedad y solvencia económicas como las propuestas que anuncia Antich de volver al estilo Robin Hood del socialismo atapuercano, etcétera, etcétera. Casi parecen Babeuf oCabet del XIX, sin su encanto romántico, claro. Son tan poco graciosos que ni siquiera se revisten del punto caótico, divertido e imposible del Proudhon anarquista. Que, aquí y ahora, la gran novedad sobre el futuro del PSIB sea el liderazgo de Armengol incita al pesimismo del “aquí no hay nada que hacer”. Por una vez, piensen, señores socialistas, manden discretamente a hacer puñetas a quienes han conducido a su partido al desastre y hagan, digna e inteligentemente, su necesarísima travesía del desierto. Al final, y como al hijo prodigo, la sociedad democrática les abrirá sus brazos y les perdonará sus pecados, el peor
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