viernes, 1 de enero de 2010

Hacia la dictadura nacionalista, Juan Carlos Girauta

Posted: 10 Nov 2008 06:43 AM CST
Lo del CAC y la Cope es sólo la enésima evidencia: la Cataluña oficial se dispone a acabar con la crítica por las buenas o por las malas; preferentemente por las malas. Entiéndase. La crítica será admisible siempre y cuando respete las premisas básicas del nacionalismo, con su consiguiente espacio de impunidad para ese doble juego que es el mismo juego: los lujos a cargo del erario y el intervencionismo más desaforado. La Cope comulgará con muchas cosas, pero no con ruedas de molino, y su rechazo a ponerse las anteojeras para ver sólo lo que el poder mande la ha condenado hace tiempo.
Del mismo modo que los colaboradores de la Cope solemos rechazar las anteojeras siendo igualmente críticos con todos los partidos cuando lo merecen, no nos acomodamos a la estabulación. Inmovilización, pesebre y anteojeras es demasiado para algunos; en el oficio, sin embargo, los más lo sobrellevan maravillosamente. Ningún otro fenómeno exhibe más a las claras la vocación liberticida del establishment catalán que su disposición a acabar con la presencia de medios incómodos. A Pujol no le dejó el Tribunal Supremo consumar el acto antidemocrático, pero fue significativo que el gran constructor nacional de Cataluña se arrogara la capacidad de establecer desde el poder qué era verdadero y qué era falso y ligar a su dictatorial designio el cierre del medio díscolo.
Como en todos los otros ámbitos, el tripartito perfecciona y radicaliza el pujolismo. De lo segundo da fe la forja de un país de delatores lingüísticos, las sanciones subsiguientes, la profundización de la inmersión y tantas otras cosas. Del perfeccionamiento habla el CAC, la censura con disfraz técnico, el trágala impuesto por un ente invisible y una burocracia kafkiana siempre más decorosa que un dictadorzuelo dando órdenes a la vista de todos. Y más terrible.
La obsesión anti Cope, la conversión del medio incómodo en enemigo a abatir, las constantes alusiones hirientes por parte de los estabulados locales en sus micrófonos, en sus columnas, en sus editoriales… todo guarda el inquietante aspecto de la eterna figura del chivo expiatorio. Los males de los catalanes no vendrían de la mala gestión, el despilfarro de recursos o la obsesión identitaria, sino de la existencia de la Cope, El Mundo y, hoy, el ABC. La necesidad de eliminar al crítico es síntoma inequívoco de una deriva dictatorial y el aplauso de los estabulados refleja una grave enfermedad social. Por cierto, no nos vamos a callar. Ustedes mismos.

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Entrada recuperada de MD, 10 nov 2008