domingo, 7 de junio de 2009

Catalanismo, negacionismo, fascismo, por Antonio Alemany


  • A mi no parece ni bien ni mal que haya catalanistas: están en su derecho y libertad, trayéndome, sencillamente, sin cuidado. Deja, sin embargo, de traerme sin cuidado cuando este catalanismo o cualquier otro ismo invade espacios de mi libertad, estas “libertades negativas” de las que magistralmente hablaba Isaiah Berlin para referirse a este ámbito individual de derechos y libertades inalienables e inembargables que nadie tiene derecho a invadir, ni el Estado, ni la Nación, ni la Constitución, ni las leyes. Berlin recogía, en definitiva, la gran tradición liberal de Locke y Stuart Mill, de Benjamin Constant y Tocqueville que sentaron las bases del individuo-ciudadano único titular de derechos y libertades. (Vid. Cuatro ensayos sobre la libertad. Isaiah Berlin. Alianza Universidad. Madrid 1988)
  • Hay una diferencia fundamental entre autoritarismo, dictadura o autocracia y totalitarismo o fascismo. Todos son antidemocráticos, pero el autócrata se limita a ejercer el poder personal mientras que el totalitario o fascista va más allá de la coerción personal aspirando a controlar y condicionar de forma “total” al súbdito, sus creencias y conciencias. Orwell es, posiblemente el que, en el campo de la literatura, mejor ha descrito el totalitarismo y el fascismo. La ciencia política, la sociología y la historiografía hace ya tiempo que han delimitado el campo del autoritarismo y del totalitarismo. Esto es algo que sabe cualquier persona medianamente cultivada, menos López Casasnovas, los redactores y columnistas del Baleares, los comunistas que quedan y los catalanistas en su versión fascista.
  • López Casasnovas se irrita furioso porque haya alguien que niegue el “carácter fascista” de la dictadura franquista en la misma línea del púnico Juan Riera, de Miguel Serra, de la joven Laura Morral y de algún que otro periodista lego en Historia y en ciencia política. El franquismo no fue un fascismo, sino una dictadura, una autocracia o un régimen anti democrático con diferentes gradaciones a lo largo de cuarenta años: por esto se mantuvo sin apenas problemas durante 40 años y, desde luego, sin oposición salvo los comunistas de Comisiones Obreras y grupos liberales entre los cuales yo me encontraba. Esto no lo digo yo sino toda la historiografía anglosajona, los hispanistas franceses, la mejor sociología política- el gran Juan Linz, por ejemplo-y, de hecho, la práctica totalidad de los politólogos solventes, y sin que ello tenga que ver con el juicio moral y político que pueda merecer el franquismo. Hasta sobre Mussolini- que fue el inventor del término “fascista”- se discute si fue un fascista o un dictador. Hitler fue un fascista. Y Lenin. Y Stalin. En la España franquista hubieran sido impensables unos “Procesos de Moscú” o un Holocausto nazi, todo ello trasunto de este totalitarismo que aspiraba a formar integralmente un “hombre nuevo”.
  • El “negacionismo” es un neologismo que se aplica, inicialmente, a los que niegan la tremenda realidad del Holocausto. Todos los “negacionistas” o pertenecen o están en los aledaños del fascismo. Y es que el “negacionismo”, en realidad, forma parte inseparable de la filosofía que inspira los totalitarismos. El nazismo “negaba” la existencia de campos de concentración y de hornos crematorios. Los comunistas- los de detrás del telón de acero y los de fuera de dicho telón, los comunistas españoles, en concreto- también “negaban” la ominosa realidad de la Rusia comunista y hasta un importante escritor- progre- español justificó el Gulag para callar la incómoda voz de un Soljenitsyn debelador de la barbarie comunista.
  • La versión fascista del catalanismo- el que padecemos aquí- sigue estas mismas tácticas y prácticas negacionistas, con la ayuda inapreciable de los tontos útiles o de los compañeros de viaje que me recuerdan a los años del franquismo en los que los comunistas exigían una complicidad vergonzosa respecto a su doctrina, mensaje y política para “no hacer el juego al sistema”. Son más o menos los mismos que ahora- la cabra tira al monte, es por demás- “niegan” los ostentosos ataques a las libertades que practican los catalanistas.
  • Obsérvese que la consigna, como en los mejores tiempos, se lleva a rajatabla. ¿ Diez, quince o veinte mil manifestantes en defensa del bilingüismo?. Aquí no hay problema alguno con la lengua: es un problema inventado. ¿Supresión de la libre elección de la lengua de la enseñanza? Paparruchas que no se tienen en pié. ¿El 90% de los colegios públicos sólo enseñan en catalán? Malevolencia de los ultras. ¿ El 90% de los encuestados son partidarios del bilingüismo y de la libertad lingüística? Puro fascismo ultramontano. ¿ Hay que hacer un referéndum sobre la lengua? ¡Qué ridiculez! ¡Qué sabe el pueblo de cuestiones lingüísticas! ¿Se revuelven los médicos al obligarles a conocer el catalán? Un problema artificial. Etcétera, etcétera…
  • La primera premisa es negar, siempre negar, el problema, la libertad conculcada, la resistencia de la libertad. Y junto con el “negacionismo”, la sistemática descalificación personal, el argumento ad hominem, todo vale por la causa catalana, todo se justifica- libertades pisoteadas, malestar y protesta social- por la causa catalana. Hasta la violencia- un monopolio del catalanismo- se justifica en nombre de la causa catalana. La diferencia de este tipo de catalanismo- lo he escrito otras veces- con los “fascismos históricos” es sólo de grado- por el momento- no de naturaleza.
Libertad Balear