domingo, 3 de mayo de 2009

El turismo de Ibiza sigue bajando desde hace 8 años, por Joan Lluís Ferrer

Las alarmas se han encendido en el sector turístico. Más allá de la próxima temporada –que se prevé nefasta–, los datos del sector contemplados desde la perspectiva de varios años atrás demuestran que el turismo está perdiendo fuelle desde 2001. Lo peor es que, lejos de haber tocado fondo, los veranos de 2009 y 2010 podrían agravar aún más las cosas.


Acostumbrada como está la sociedad pitiusa a oír un verano tras otro que el turismo va mal, empieza a resultar difícil discernir las alarmas reales de las simples quejas gratuitas y sin fundamento. Sin embargo, las estadísticas muestran fríamente una realidad incontrovertible: desde 2001 el turismo va perdiendo fuelle de manera paulatina en Eivissa y Formentera. Se trata de una tendencia suave, a menudo semioculta tras subidas tan pasajeras como fugaces, que sólo suelen ser anticipo de caídas aún más bruscas. No es, además, una situación exclusiva de un gremio, como el de los hoteleros, sino que se extiende a la restauración, al comercio y a los pilares básicos de la principal industria insular. Como afirmó en un reciente coloquio sobre turismo el hotelero Pedro Matutes, todo parece indicar que estamos ante «una muerte suave». ¿Avalan los datos tan preocupante pronóstico?
La situación se resume del siguiente modo, empezando por el primer eslabón de la cadena turística. Es cierto que el número de visitantes que llegan todos los veranos a la isla no para de crecer, tanto por vía aérea como marítima. Así, de los 1.617.729 turistas –sin contar el tráfico doméstico– que llegaron en 2001 se ha pasado a 2.093.905 en 2008. Aunque con altibajos por en medio, la subida es espectacular y a veces enmascara la caída cuesta abajo que, a pesar de ello, se produce en nuestra principal industria.
Esa bajada se aprecia en primer lugar observando los indicadores hoteleros. Esos turistas llegados en cada vez mayores cantidades permanecen, sin embargo, cada vez menos días en Eivissa y Formentera. Si en 2002 un visitante típico se quedaba en las Pitiüses durante 8,13 días, tan sólo seis temporadas después, en 2008, ese promedio ha caído ya hasta los 5,91 días. Es decir, vienen más turistas pero se quedan menos tiempo, con lo cual son necesarios más veraneantes para obtener el mismo rendimiento que antes con menos gente. En otras palabras, si la estancia media ha bajado un 20 o un 30 por ciento en los últimos años, se precisa un 20 o un 30 por ciento más de turistas para mantener la misma ocupación hotelera. Las cifras tanto de la patronal pitiusa Fehif como del Instituto Nacional de Estadística (INE) confirman la bajada en la ocupación de los hoteles, no sólo en la temporada media, sino en los meses de julio y agosto. La última vez que se superó el 90 por ciento en julio y agosto fue hace tres años; desde entonces, la ocupación se queda en un 86-88 por ciento. La reducción, así, no afecta sólo a la temporada media, sino también a la alta. En consecuencia, las pernoctaciones totales en los hoteles de las Pitiüses –tal vez el indicador más objetivo– han pasado de 1.523.000 en 2001 a 1.334.000 en 2008. En siete años se han perdido casi 200.000 pernoctaciones por el camino.
La reducción de la estancia media es uno de los motivos que explican la situación de los hoteleros, pero no la única. Muchos de los turistas que llegan a la isla se alojan en lugares al margen de la oferta hotelera. Lo hacen fundamentalmente en viviendas normales y corrientes, tanto en el campo como en pisos de la ciudad, habilitados por los propietarios como plazas turísticas improvisadas y ocultas. El presidente de los hoteleros, Juanjo Riera, lo admite sin ambages: «Que los turistas lleguen al aeropuerto no quere decir que vayan a un hotel. Hay muchas zonas de la isla donde hay edificios residenciales al lado del mar que parecen hoteles, a los que llegan taxis todo el tiempo». «Es algo que no se puede controlar, porque hay quien compra uno o dos pisos en un bloque de Platja d’en Bossa, por ejemplo, y los alquila en verano amparándose en la Ley de Arrendamientos Urbanos», es decir, la que regula el alquiler de cualquier inmueble. «No hay forma de pescarlos», señala.
Por otra parte, el fracaso de la desestacionalización es absoluto. Desde principios de la década, el turismo en junio y octubre no sólo no ha mejorado, sino que va reduciéndose año a año. La ventana de llegada de turistas es cada vez más estrecha: julio, agosto y septiembre.

Alarma en los restaurantes
Pero no son sólo los hoteleros. El sector de bares y restaurantes, a pesar de que carece de estadísticas anuales de ingresos en Eivissa y Formentera, sufre esta tendencia de una forma probablemente más acusada que la oferta de alojamiento. Su presidente, Pedro Ortiz, asegura que año a año la recaudación va bajando cuatro o cinco puntos, a causa de multitud de factores: el ‘todo incluido’, el aumento del número de locales o el menor poder adquisitivo del turista. En todo caso, la encuesta anual que realiza la patronal Pimeef entre los restaurantes y bares de las Pitiüses demuestra que quienes confiesan bajadas de recaudación aumentan año a año en relación a los que declaran subidas. Lo mismo sucede con el comercio y otras ramas que salen del tronco turístico. Por supuesto, las cifras de 2008 y principios de 2009 son excepcionalmente malas.
El turismo continúa siendo la industria hegemónica. Sin embargo, nunca como ahora había presentado un periodo tan largo de descensos sostenidos en sus principales indicadores. «Cada año bajamos un escalón y, desde luego, este año bajaremos tres o cuatro de golpe», afirmaba otro hotelero. Juanjo Riera también lo ve así: 2009 será nefasto, pero lo peor es que «en 2010 la recuperación no está asegurada». La pendiente abajo no sólo no se endereza, sino que se acentúa.


Diario de Ibiza