jueves, 21 de mayo de 2009

Contra el catalán, Jesús Royo


Contra el catalán

Jesús Royo Arpón

Cuando uno recibe la acusación de que ‘va contra el catalán’, ya ha bebido aceite: automáticamente está permitido todo contra él. A la causa del catalán, no se por qué razón, se la tiene como una causa absolutamente blanca y buena. Mejor dicho, es el paradigma de la bondad. Es tan buena, que por el catalán todo es poco, nunca hay bastante. Cuanto más catalán, mejor.

Si un partido sospecha que puede ser acusado de tibieza en la defensa del catalán, inmediatamente hará una declaración encendida de catalanidad y de amor ferviente a la lengua. La ley de normalización se tuvo que votar por unanimidad: nadie quería aparecer en la foto como ‘un contrario del catalán’. Esto, la verdad, no lo veo yo muy ‘normal’, en términos democráticos.

¿Por qué se da esta extraña impunidad del catalán? Quizá es una consecuencia de la larga y dolorosa represión franquista, no lo sé. Pero no lo creo. También se reprimió al socialismo, y no por eso el socialismo está libre de críticas. Más bien parece que la mitificación del catalán corresponde a su cualidad de símbolo básico de la jerarquía social. Precisamente el hecho de que sea el símbolo de la escala social es lo que le da el carácter de indiscutible, de bueno por naturaleza. Si el catalán fuese un hecho banal, entonces el sistema de reparto de la propiedad se tambalearía: todo el mundo se mezclaría peligrosamente.

Esa bondad intrínseca la reclaman los que están arriba, pero también y sobre todo los que tienen expectativas de subir. Y los que reivindican el catalán más que nadie son los que se encuentran tocando la raya, los que acaban de entrar. Muchas veces, y es cosa muy explicable, el último de la cola es el mejor defensor de la cola misma, frente a los que se quieren colar. Los más nacionalistas son a menudo los inmigrantes catalanizados, o los catalanes depauperados. Son los que se podrían ver fuera del reparto, y reclaman que ellos también tienen un número de la rifa.

El catalán, señores, es una lengua, y sólo una lengua. Ni mejor ni peor que cualquier otra lengua. No ha de ser un carnet de identidad, ni el carnet de un club. No da ni quita categoría, ni ciencia, ni bondad, ni elegancia, ni competencia. No es una garantía de nada. En catalán se pueden hacer muchos disparates, y por el catalán se pueden cometer muchas injusticias. No es una causa blanca. La defensa del catalán es una causa más: no es una causa justa por naturaleza.

Abominemos de la frase famosa de aquel fraile de la Renaixença: “puix parla en català, Déu li don glòria”. No: la gloria se la dará Dios no por cómo habla, sino por lo que dice. Joan Fuster dixit.

Vía Heterodoxias (José García Domínguez)