miércoles, 29 de abril de 2009

Las Baleares tienen una Autononía mal parida y peor diseñada


Antonio Alemany tiene la virtud de decir las cosas claras y eso evidentemente no gusta a todo el mundo. Ya no me sorprende que para combatir sus reflexiones cosidas en torno a un hilo de ideación jurídica e intelectual se suela acudir al manido recurso de tergiversarle o de insultarle.
Bueno, allá cada cual, pero esta forma de responder no va lejos. Bram d'ase no arriba al cel... i si hi arriba no fa hi arrel.
Sus artículos son impagables y hará falta algo más que estas cuadrillas de jovenzuelos descerebrados para desautorizarle.
Este mismo artículo empieza con una frase magistral: "Parimos mal, en su momento, nuestra autonomía".
Ya no haría falta seguir leyendo ni seguir escribiendo, pero Alemany nos dice todo lo que sigue y yo lo reproduzco encantado, a ver si aprendemos algo:


* Parimos mal, en su momento, nuestra autonomía y lo hemos agravado más aún con el Estatuto reformado. Todo el edificio autonómico es un perfecto ejemplo de la disociación que existe entre la clase política y la ciudadanía. La forzada y artificiosa legitimidad de origen que diseñó la estructura autonómica balear no ha resistido la legitimidad de ejercicio de estos treinta años que ahora se celebran. Dicho con otras palabras: tanto el funcionamiento como la gestión de los consells insulares confirman su innecesariedad, su fabuloso coste en términos de gasto público y en elefantiasis burocrática y, como resultado, el ridículo balance gestor. Por no hablar del nido de corrupciones en que se han convertido los entes insulares.



* Hemos creado cinco instituciones- el Govern y los cuatro consells insulares- que gobiernan ámbitos territoriales y demográficos ridículos que, en buena teoría, se bastarían con un solo ayuntamiento, tal y como ocurre en no pocos municipios españoles. Todo ello ha supuesto gasto desaforado, multiplicación innecesaria de servicios y burocracias que se solapan, confusión entre los ciudadanos que, pasados treinta años, no distinguen muy bien entre consells y gobierno autonómico y, como no podía ser de otra manera, propiciamiento de fastos, vanidades y dilapidaciones inversamente proporcionales a la real entidad de los consells: cuando más pequeños, más desaforados.



* No se muy bien que demonios celebra el Consell de Mallorca que, en lugar de un acto de loor y autoalabanza, debería haber celebrado un acto penitencial. De entrada, el salto cualitativo que se ha dado con unos consells insulares que han pasado de entes de administración local que es lo que eran- unas diputaciones- a “entes autonómicos” han desnaturalizado por completo nuestra autonomía y ha hecho más redundantes todas las instituciones, . incluido el Govern. Con la nefasta Ley de Consells Insulares- promulgada por Antich sólo para pagar el correspondiente peaje a Munar- incorporada al reformado Estatuto de Autonomía, se han alterado principios fundantes de la autonomía de difícil y casi imposible solución. La insularización institucional no ha ido acompañada de los mecanismos de control que, por lo menos y a través del Parlament, tiene la autonomía. Peor: se han disociado cuestiones graves, especialmente en materia de competencias delegadas del Estado, en las que la el que debe responder por el ejercicio de dichas competencias- el Govern autonómico- ni lo hace ni puede hacerlo puesto que ha trasladado, a su vez, dichas competencias a los consells insulares. Y para redondear toda la batería de despropósitos, ni siquiera puede el Govern rescatar una competencia mal ejercida, como puede hacer el Gobierno de la Nación respecto de las autonomíaas, ni tiene el Govern la potestad armonizadora del conjunto balear.



* De hecho, tenemos cuatro autonomías y un Govern fantasma, por residual, como fantasma y residual ha devenido el Parlament. Ya sólo faltaba que el Gobierno de la Nación negociara directamente con los consells insulares para dar la puntilla a la autonomía balear. Ya se está haciendo, de la mano, como no podía ser de otra manera, de un irresponsable gobierno socialista. La siguiente consecuencia se ve venir: y con las estupideces al estilo el “gobierno de Mallorca, de Menorca, de Ibiza o ¡de Formentera!, lo que va ourrir es que espacios territoriales y poblacionales casi ridículos acabarán siendo unos débiles negociadores del mismo nivel que el ayuntamiento de un llogaret negociando con el Estado. Las cuatro islas van a ser ninguneadas a placer y cada vez más ninguneadas en función de su pequeñez.



* Pero, de todos estos depropósitos, el peor caso es el de Mallorca, donde el Condell insular es totalmente innecesario en la medida que se solapa con el mismísimo Govern. ¿Qué celebran entonces Munar y Armengol salvo el estar encantadas de haberse conocido y de protagonizar la más absoluta de las inutilidades gestoras? Más grave aún: el Consell de Mallorca es arquetipo de las peores lacras de nuestra democracia: corrupción, amiguismo clientelar escandaloso, spoil syrtem depredador las arcas públicas, realganismo estúpido y vanidad, sobre todo, mucha vanidad. Jarry podría haber recogido abundante material para su Ubu, Rey.

Libertad Balear