Observo que hay muchas frases de falso aliento. Es lo que podríamos llamar voluntarismo. Pero en economía no se arreglan las cosas por mucho repetir un mantra o un lema promocional.
Tampoco ayuda hundirse en el nihilismo y disolverse en un mar de pesimismo.
Tampoco ayuda hundirse en el nihilismo y disolverse en un mar de pesimismo.
De todas formas según mi opinión no hay porque despegarse de la realidad, y la realidad es cruel.
Si alguien me sigue leyendo es porque sabe que intento decir la verdad, al menos la parte de verdad que yo conozco; soy incapaz de repetir los soplos redichos de optimismo de Joan Serra Mayans, de Xico Tarrés o de Tomás Méndez o de algunos directivos de banca.
Yo valoraría más acciones concretas que eslóganes o tópicos de entrenador desubicado. Aprecio a Tomás Méndez, que tantos años ha enseñado en nuestra escuela de Turismo y cuya experiencia comienza a ser ya un buen activo del gobierno.
Si alguien me sigue leyendo es porque sabe que intento decir la verdad, al menos la parte de verdad que yo conozco; soy incapaz de repetir los soplos redichos de optimismo de Joan Serra Mayans, de Xico Tarrés o de Tomás Méndez o de algunos directivos de banca.
Yo valoraría más acciones concretas que eslóganes o tópicos de entrenador desubicado. Aprecio a Tomás Méndez, que tantos años ha enseñado en nuestra escuela de Turismo y cuya experiencia comienza a ser ya un buen activo del gobierno.
Pero cuando dice que la crisis es una buena oportunidad para revalorizar la imagen de las islas, la hostelería y la oferta turística está brindando al sol. No por desatino en el diagnóstico, sino que por una carencia política de su propio gobierno, y cuando el Govern ha diagnosticado, lo ha hecho con carácter recaudatorio, no en mejorar la oferta turística.
El Govern Antich comienza a ser como un boxeador sonado, que no da una con sentido. Nos dirán, paciencia, hay que darle tiempo. Ya no hay más tiempo: se ha pasado de la ecotasa (un invento nefasto de la derecha de Cañellas, que aplicó esta izquierda sin brújula) a esta especie de Ley Estropajo mediante la cual los hoteles de Baleares podrán aumentar su categoría acrecentando un diez por ciento de plazas o de edificabilidad.
Esta medida urgente, imagino que un decreto ley, puede poner en un año el diez por ciento de 300.000 plazas turísticas, es decir, 30.000 plazas en el mercado baleárico. Que alguien me corrija y me diga que exagero, porque la cifra me suena a astronómica. Hay muchos países europeos que no tienen 30.000 plazas turísticas y ahora mismo me gustaría saber cuántas tiene Madrid, por ejemplo.
Esta locura tendrá unos efectos recaudatorios importantes. Pero si quiere más dinero el Gobierno Antich que adelgace la orgía de asesorías, externalizaciones, informes muy sospechosos, protocolos y derroche en general. No lo hará ya, claro, de manera que la cabalgata a la locura del gasto seguirá con cargo a los recursos y a la naturaleza.
Si es cierto que Ibiza dispone de 88.000 plazas hoteleras, se supone que el año que viene habrá 8.800 más compitiendo en el mercado. Acepto que la mía es una exposición esquematizada, pero se trata de hacer patente la insoportable tendencia de los políticos al disparate. Todo por la pasta.
Todo contra la calidad de vida de nuestras islas.