Ibiza. Payesas en la puerta de Sant Jordi (M.S.M. del Villar) |
He formulado esta pregunta cuando, al leer las noticias del pasado 8 de agosto, me ha sorprendido una fotografía correspondiente al discurso del presidente del Consell, con motivo de la celebración de Sant Ciriac. Precisamente el mismo día en que, hace ocho años, tuve el honor de recibir el Premi d´Investigació Vuit d´Agost, por un estudio etnohistórico sobre las gonelles y joies llevadas tradicionalmente en la isla. Al fondo de esa foto, una al·lota vestida con la conocida gonella negra y emprendada de plata y coral sobre el pañuelo de pecho –modelo fechable a mediados del s. XIX–, no muestra reparo alguno por agregar el conjunto del clauer, que habría dejado de llevarse en la pagesia a principios de esa centuria. No se trata pues del vestit documentado en el siglo XVIII tanto gráficamente como por escrito, íntimamente vinculado a ese conjunto de llaves, y que loablemente lucharon por recuperar representativos ibicencos a comienzos del siglo XX. Ni tampoco obedece a la configuración de la gonella negra, a su vez aún ceñida a la cintura y a la fórmula antigua sin mantón
que recientemente ha salido a la luz (frisos pictóricos de la iglesia de Sant Miquel y grabado de Cambèssedes de 1826), ya sin ese atributo de poder doméstico, pero que parece prefigurada, todavía con él, en la descripción de González de Posada y año de (1782) 1791.
que recientemente ha salido a la luz (frisos pictóricos de la iglesia de Sant Miquel y grabado de Cambèssedes de 1826), ya sin ese atributo de poder doméstico, pero que parece prefigurada, todavía con él, en la descripción de González de Posada y año de (1782) 1791.
Así, la mujer que veíamos en las recientes Festes de la Terra, en el antiguo salón de plenos del Ayuntamiento de Vila, como representante de nuestro legado cultural, da la espalda a todo ese proceso evolutivo para ir a abrazar la imagen arcaizante de la gonella negra que, reiteradamente, la concejala de Cultura, Lina Sansano, enfrenta a mi labor de investigación, que incluso llegó a calificar de sesgada.
Lamentablemente, fueron muchos los obstáculos que entonces me impidieron defender mi imagen profesional en la misma isla, si bien pude hacerlo a nivel nacional, en Madrid, a través del CSIC. Ahora, querría tener ocasión de hacer lo propio en la que es mi tierra materna, y a la que vengo dedicando mis trabajos más allá de retribuciones de cualquier tipo, pues son también muchos los frentes en este campo. Por lo visto, ni mi título de doctor, ni los reconocidos estudios y publicaciones se consideran suficientes para, por ejemplo, poder formar parte, quijotescamente, de la Comissió Assessora de Cultura Popular.