Laura Jurado | Palma
Miró a un lado y a otro. No había nada ni nadie que pudiera impedírselo. Encaramado a un acantilado de Es Dau Gros, Martin Eisentraut estaba a punto de revolucionar la ciencia. Abrió un recipiente –una jaula o una caja– y soltó en el islote ocho lagartijas macho del Escut Vermell y 20 hembras de Ibiza. Un reto para la naturaleza que acabó por darle la razón al darwinismo.
La zoología siempre estuvo en su vida. Nació en octubre de 1902 en Thungia, Alemania. La disciplina estaba en los primeros escarceos de Eisentraut con la naturaleza. También en las tres especialidades que, junto a botánica y geología, estudió en la Universidad de Halle para doctorarse en 1925.
Su currículum comenzó en el Museo de Historia Natural de Berlín. Allí consiguió colaborar en la sala de biología para una exposición sobre la hibernación. Le fascinaron los hamsters europeos y los murciélagos, a los que acabaría por dedicar una quinta parte de sus estudios. Pero las lagartijas se cruzaron en su camino.
Los años 20 marcaron el boomde la herpetología en Alemania. «Una auténtica locura en la que
los científicos competían en la descripción de subespecies y, después, en conseguir que las revistas publicaran sus hallazgos», explica el profesor de Zoología de la Universidad de Salamanca, Valentín Pérez Mellado. Baleares se antojaba como un paraíso para aquellos estudiosos. Un archipiélago plagado de islotes por explorar y por sacar a la luz nuevos descubrimientos. Eisentraut llegó en 1928 en una suerte de competición, según algunos, con el herpetólogo L. Müller.
los científicos competían en la descripción de subespecies y, después, en conseguir que las revistas publicaran sus hallazgos», explica el profesor de Zoología de la Universidad de Salamanca, Valentín Pérez Mellado. Baleares se antojaba como un paraíso para aquellos estudiosos. Un archipiélago plagado de islotes por explorar y por sacar a la luz nuevos descubrimientos. Eisentraut llegó en 1928 en una suerte de competición, según algunos, con el herpetólogo L. Müller.
Visitó Menorca, donde según Pérez Mellado contó con la ayuda del arqueólogo germano Waldemar Fenn. Pero fue principalmente en Ibiza donde desarrolló su trabajo. Estudió las variedades cromáticas de las lagartijas de las Islas y el crecimiento de las diferentes poblaciones observando más de 1.200 ejemplares.Podría haberse quedado en la teoría, pero no fue así. «Era un investigador de campo, eso le diferenció de otros herpetólogos de la época que no viajaron nunca», señala el profesor. En 1930 Martin Eisentraut regresó a la mayor de las Pitiusas. Estaba a punto de hacer historia.
«Era muy evolucionista, incluso en un momento en que la teoría aún estaba en desarrollo», explica el zoólogo. Le obsesionaba la influencia del ambiente, el entorno, en los animales. Por ello rastreó hasta encontrar varios islotes deshabitados que convirtió en su laboratorio particular.
El experimento comenzó en marzo. Quería analizar la evolución de las especies de lagartijas y su adaptación al medio. El día 5 introdujo en el Escull de Tramuntana –un islote en la reserva de Ponent– 24 ejemplares de Ibiza y otros 51 en el de Es Vaixell, aún más agreste.
Pero fue en Es Dau Gros donde se obró el milagro. Allí depositó 8 machos de Podarcis pityuensis maluquerorum del Escull Vermell –grandes y oscuros– y 20 hembras de Ibiza, pequeñas y de colores verdosos. «Las obligó a aparearse», apunta el experto.
En 1950 Eisentraut publicó The lizards of the Spanish Mediterranean islands and their raciation in the light of evolution. Aún regresó una vez más, hacia los años 80, para comprobar los resultados de su prueba. «Fue la constatación de los planteamientos de Darwin, pero también la demostración de que la evolución va a una velocidad rapidísima», subraya Pérez Mellado.
En Es Dau Gros habían desaparecido las características morfológicas de las lagartinas procedentes de Ibiza. Dominaban los colores oscuros y el gigantismo. «Es fruto de la prevalencia de las características más adaptativas al ambiente en el que estaban», relata el profesor, que en la actualidad analiza aquellos resultados en un proyecto del Ministerio de Ciencia e Innovación y el departamento de Genética de la UIB.
En Escull de Tramuntana desaparecieron las lagartijas. Un islote demasiado sometido a los temporales y con una escasa vegetación que hacía que las condiciones no fueran suficientes para la vida animal. Era la versión balear de las Islas Galápago que consagraron a Darwin.