miércoles, 12 de septiembre de 2012

Boadella, "me gustaría recibir el premio traidor oficial de Cataluña"

CULTURA / ESCRITOR, ACTOR Y DRAMATURGO
Albert Boadella: «Desde que unos ultras quisieron pegarme un tiro soy más creyente»



ÁNGEL DE ANTONIO


Día 12/09/2012 - 19.16h

Genio teatral y caníbal literario, masculla Albert Boadella que le va a escribir una carta a monseñor Rouco porque ha visto una bandera independentista sobre el campanario de su pueblo. Se enfunda la bandera de España, la pasea de mantilla y se atreve con ella en corto y por derecha e izquierda. Su anuncio de abandonar Joglars abrió ayer en Canal los teatros que dirige como un tsunami tartufesco. Albert Boadella atiende a ABC en el intermedio de su goyesca en el día de la Diada de Cataluña.
-¿Estamos ante la diada de Boadella?
-Ja, ja, ja... Hoy [por ayer] he dicho que es un día muy significativo para Joglars y para mí por ser el 11 de septiembre.
-¿Por qué deja Joglars después de cincuenta y un años al pie del cañón?
-Porque he encontrado el heredero: Ramón Fontseré, una persona más joven, con más talento, enorme experiencia, que tiene ilusión y deseos de seguir. Hubiera aguantado dos o tres años más, pero la compañía se habría acabado conmigo. Yo la fundé, han soportado mis manías y hubiera sido una lástima acabar con esa herencia tan importante. Se ha hecho como los viejos empresarios catalanes, que transmitían a sus hijos el negocio para que funcione mejor.
-¿Cómo transmitiría su experiencia?
-Si pudiera hacerlo tal cual alguien me asesinaría por envidia. Ha sido una auténtica utopía: desde el trabajo con los compañeros a la penetración social (organizamos rifirrafes importantes), o la ética: Joglars es una compañía muy ética, muy cívica. Hemos sido los únicos en Cataluña que aguantamos el tipo y hemos dicho lo que pensábamos. A uno le enorgullece ver este pasado formidable. Hemos recorrido medio mundo, con éxitos formidables. Entiendo que es casi injusto que haya gente que haya podido ser tan feliz.
-Observo que usted no está triste.
-Soy un privilegiado por haber vivido 51 años así. Espero que los próximos no sean peores, pero el físico va a menos.
-Ha vivido situaciones casi trágicas.
-Hemos pagado alguna contrapartida de la felicidad. Hubo un momento peligroso -después lo supe por un libro que escribió un ultra- en el que quisieron pegarme un tiro. Unos ultras en los años ochenta. Querían liquidarme en Valencia. Tenían mi recorrido hecho.
-¿Quién le salvó el pellejo?
-Un muy practicante católico del grupo, que dijo: «Yo, como católico, como cristiano, no puedo aceptar de ninguna manera la muerte de este hombre, aunque esté en contra». Gracias. Desde entonces soy bastante más creyente.
-Luego estuvo en la cárcel ocho días por «La torna», se fugó...
-Han sido momentos difíciles y magníficos. Que una compañía de comediantes, en 1977, sea perseguida con consejo de guerra, cárcel y exilio por una obra es una cosa maravillosa. Solo faltaría que no nos enterraran en lugar sagrado.
-¿Por el camino de Joglars ha ganado y perdido amigos?
-He perdido amigos con el tema catalán, que me ha dejado con una agenda de media página.
-¿Algunos muy queridos?
-Bueno, gente a la cual yo le tenía una consideración, y que ha desaparecido de mi vida. Los muy queridos se conservan. Esa es una prueba muy buena porque uno sabe con lo que cuenta.
-¿Qué le dice la gente cuando se pasea usted por las calles de Madrid?
-Es enormemente amable. Mire, aquí al lado hay un bar que se llama «El chorizo loco», y un día me gritaron: «¡Viva Boadella y vivan los teatros del Canal!». He descubierto Madrid, he descubierto una ciudad. En los últimos 45 años he vivido en un pueblo, pero había una ciudad con la que tenía relación, Barcelona: he descubierto conociendo a Madrid que Barcelona es un pueblo.
-¿Un pueblo cosmopolita?
-Que había sido cosmopolita. La Barcelona de los años 70 era dinámica, agradable, divertida. Jamás hubiera soñado lo que ha sucedido. Yo pensaba que nosotros seríamos la locomotora de España, con toda franqueza; que nos convertiríamos en una gran capital, que seríamos la señera -como dicen ellos- de España. Y ha sido todo lo contrario: el furgón de cola, dando la lata, siendo pesados constantemente y haciéndonos coger una antipatía absurda en el conjunto de nuestros conciudadanos.
-Ha sido usted la sombra molesta, la mosca cojonera de Cataluña.
-Durante bastantes años he sido una voz bastante solitaria. He tenido pocos compañeros de viaje. Tuve a Ciutadans. He pagado claro el tributo. Yo no me puedo pasear por Cataluña sin que me llamen fascista. Por tanto, no me paseo. O sea, parking del AVE-jardín de mi casa de ida, y de vuelta jardín de mi casa-parking del AVE. Y a Madrid.
-¿Cómo ha sido recibido su abandono de Joglars en Cataluña?
-Yo no hablo con los medios catalanes. Pasamos mutuamente los unos de los otros. Afortunadamente. Ya no tengo ambiciones en Cataluña, y ellos piensan que yo he sido el traidor nacional. Este título de traidor nacional sí espero que me lo concedan oficialmente en Cataluña. Siempre hay un personaje nacional de alguna cosa allí. Lo de «traidor nacional» sí me gusta.
-Dice el presidente «nacional» de Cataluña, Artur Mas, que «si no hay pacto fiscal la independencia estará abierta»? Despeje ese frente «nacional».
-Aquí ha sucedido algo, que conozco muy bien por oficio, y es que jugando con las fantasías al final la gente se las cree. Los políticos y sobre todo los medios catalanes han jugado con ellas. Es un delirio absurdo y suicida. No llevará a nada positivo ni a Cataluña ni a España ni a Europa. Pero jugando han conseguido que la gente se lo creyera. Y ahora ellos acabarán siendo víctimas de esta gente. Porque, claro, la gente les va a exigir. La comedia, diríamos, del chantaje que les ha ido muy bien hasta ahora un día se puede acabar. Y luego será la independencia. Yo estoy muy contento por una cosaDeseo esta independencia porque por fin seré español en Cataluña, con un pasaporte español. Espero especialmente esta independencia.
-Quienes juegan con esa fantasía dicen que «independencia es libertad».
-[Sonrisas sin lágrimas]. Es una extraña idea de la libertad. Porque, claro, esto en la suposición de que tuvieran un enemigo que los estuviera jodiendo todo el día. Yo creo que esto es la demostración más palpable de una paranoia colectiva. Como no hay enemigo, se han fabricado un enemigo, y al fabricarse el enemigo han caído todos en una enfermedad, que es la paranoia. Prohíben los toros como cosa que rezuma español. Querían ganar una batalla a España como fuera. Pero es un proceso irreversible porque es muy difícil recomponer la trama de afectos imprescindible para vivir en común con el resto de los españoles. Se ha dejado a dos generaciones por una enorme responsabilidad de los Gobiernos españoles, que han dejado que ocurriera lo que ha ocurrido. Es decir, ellos desde la muerte de Franco han sabido acomplejar al conjunto de los españoles de cómo se les había puteado. Cataluña, ¿víctima de qué? A ellos ese victimismo les dio un resultado extraordinario. Y hoy en día te encuentras en Madrid con gente inteligente y sensata, que te dice: «Bueno, es que los catalanes también tienen derecho porque han sufrido mucho». Y cuando veo eso pienso que ya está perdido. Que se marchen. Porque si no creéis en una nación que se llama España, ¿qué más queda?
-¿Siente que predicó en el desierto?
-Nosotros en Joglars previmos una situación, fuimos unos adelantados. Sobre la secesión, yo hace muchos años decía aquí en Madrid -nadie me hacía caso- que eso acabaría así. Porque los conozco como si los hubiera parido. Bueno, de hecho me parieron.
-¿De qué tiene nostalgia?
-De la juventud. De aquella inconsciencia, con aquellas obras locas.
-¿Fue usted un joven rebelde?
-Siempre fui muy conservador. He sido más rebelde de mayor que de joven. Por no gustarme no me gustaban ni los Beatles. Yo era un reaccionario del carajo. Odiaba a la izquierda, después me acerqué a la izquierda porque pensé que en Cataluña la única posibilidad de enfrentarse al nacionalismo era desde la izquierda. Y me encontré con la decepción de que la izquierda se pasó toda ella al nacionalismo (ja, ja, ja).
-¿Cuáles son los pilares de su vida?
-En primer lugar, Dolors, mi mujer, con quien vivo desde hace treinta y cinco años una vida íntima enormemente potente: en casa, hablando, desayunando, viajando... Lo más feliz de mi vida ha sido conocer a Dolors. Después, el teatro.
-¿Y en los teatros del Canal?
-He tenido un éxito que sorprendió a la propia empresa. Ni yo me lo creía.
-¿Por qué se plantea usted morir sobre el escenario?
-No se hacer otra cosa. Lo más importante es morir con dignidad. Morir en un escenario es una parte digna, está bien; pero también morir en casa sin dar la lata, ni la nota, a nadie es muy importante. A mí me gustaría desaparecer discretamente. Con auténtica alegría creo que lo que inicié en el año 61 con Joglars continuará otros cincuenta más. Me siento Molière en La Comedie Française.
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