Un mejor modo de acondicionar los suelos forestales después de un incendio
(NCYT) Pero las desgracias portadas por un incendio no terminan cuando el fuego ha sido sofocado. Devolver el terreno a su estado anterior no es sólo replantar vegetación. Después de un incendio forestal, el suelo no está en las mejores condiciones. Y, en lo que es un círculo vicioso a veces muy difícil de romper, los suelos quemados, al estar desnudos por la ausencia de vegetación, son más vulnerables a la erosión, lo que dificulta aún más la regeneración del bosque.
Ahora, Marcos Lado, de la Universidad de La Coruña en España, y Assaf Inbar, Marcelo Sternberg y Meni Ben-Hur de la Universidad de Tel Aviv, Israel, han estudiado un nuevo procedimiento para la protección de los suelos que podría reducir significativamente la erosión en zonas devastadas por incendios forestales.
Trabajando con un polímero orgánico, originalmente utilizado en la agricultura, el equipo de investigación ha probado su método en el laboratorio, y también en el bosque de Birya en Israel. Dicho bosque, por desgracia, es un lugar idóneo para poner a prueba la nueva técnica, ya que buena parte de él ha sido pasto de las llamas.
La protección del suelo contra la erosión es vital para lograr un rápido restablecimiento de la vegetación. Y el nuevo método puede ser más barato que las soluciones convencionales a las que hoy se recurre, tales como crear barreras de troncos o cubrir el terreno con paja, virutas de madera y otros materiales.
Después de un incendio forestal, a menudo el suelo sufre una erosión considerable, pues al quemarse la vegetación, éste queda desnudo. Privado de la protección contra los elementos meteorológicos que proporciona la vegetación, el suelo no puede absorber las lluvias intensas. Si el agua no puede penetrar en el suelo, fluye por la parte superior, y arrastra tierra consigo. El peligro es especialmente grande en los bosques con pendientes pronunciadas, o en aquellos en los que hay poca cantidad de tierra sobre un lecho rocoso. Tras la desaparición de grandes cantidades de tierra, en muchos casos es difícil reforestar la zona.
Marcos Lado y sus colegas recurrieron a la poliacrilamida, un polímero ampliamente utilizado en la agricultura para evitar la erosión del suelo. Probaron el polímero en porciones de suelos quemados, tanto en el laboratorio utilizando un simulador de lluvia, como en un terreno real bajo la lluvia natural.
Tanto con las lluvias simuladas como con las naturales, los suelos quemados permanecieron mucho más estables con la incorporación de la poliacrilamida que sin ella. Con la adición del polímero, aplicado en forma de gránulos, sumando cerca de 50 kilogramos cada 2,5 hectáreas, la erosión del suelo se redujo en un 50 por ciento.
Con un precio en torno a los 3 dólares por kilo, los gránulos de poliacrilamida pueden ser una alternativa asequible en comparación con otros métodos más costosos. Además, la poliacrilamida, al no ser tóxica, no perjudica a la vegetación existente.
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