DIARIO DE MALLORCA La sociedad balear ha expresado con rotundidad en los últimos tiempos su rechazo hacia los comportamientos de una parte de la clase política, enfangada en casos de corrupción que ya han tenido consecuencias penales y probablemente las tendrán aún más severas. Siendo graves los hechos denunciados y juzgados, quizá lo peor es el tremendo impacto que estas circunstancias inadmisibles está suponiendo para los cimientos de la sociedad democrática que tanto costó construir. En buena parte de los ciudadanos se ha instalado la deprimente sensación de que todos los políticos son iguales, pero en el aspecto más negativo. La credibilidad de la clase política está bajo mínimos y o se afronta un proceso verdaderamente regenerador o será inevitable tener que pagar una costosa factura en forma de inestabilidad social, corrupción creciente por pérdida absoluta de valores y referencias ejemplares, y arraigo de comportamientos sociales cada vez más alejados del ámbito de la ley y la democracia.
En las últimas semanas se están lanzando mensajes desde algunos partidos afectados gravemente por la corrupción en el sentido de que ya se han dado los pasos renovadores que permiten afrontar un futuro alejado de los errores del pasado. Más allá de las palabras, los ciudadanos esperan ver los hechos que constaten la validez de compromisos que muchos consideran, una vez más, embaucadores. Con frecuencia, la misma burocracia de los partidos impide la renovación y aleja de la política a personas valiosas que estarían dispuestas a comprometerse con la comunidad en la que viven. Serían quienes más podrían aportar en momentos tan delicados como estos.
Los partidos aseguran que escuchan a la gente, pero prefieren decir y hacer lo más conveniente para sus intereses antes que lo verdaderamente necesario para todos. Hasta el punto de que se están convirtiendo en una oligarquía, una casta privilegiada que fatiga y provoca esa terrible desafección patente en las encuestas. Cada concejal o diputado se debe al dirigente que le renueva en una lista, no al elector que le vota. La política así ejercida convierte a los partidos en agencias de colocación.
La sociedad balear demanda una profunda renovación. Ideas claras y liderazgo. Nuestra clase política necesita una regeneración a fondo. Hacen falta jóvenes preparados que conozcan bien su tierra y además dominen lo que ocurre en el mundo. Profesionales honrados y dispuestos a devolver a la sociedad parte de lo que ha recibido de ella. Quienes crean que con mero maquillaje o políticas basadas sólo en la apariencia van a conseguir ilusionar a una ciudadanía verdaderamente alarmada ante el nivel de soberbia, desfachatez y comportamientos corruptos de renombrados políticos están sembrando una semilla que acabará contaminando toda la imagen de una comunidad que hasta hace poco podía presumir de la sensatez y la fiabilidad de su gente, empresas e instituciones.
El daño que están haciendo a Balears quienes amparan o justifican la corrupción va mucho más allá de lo estrictamente material en el ámbito individual. O se afronta verdaderamente la batalla regeneradora o corremos el riesgo de que se proyecte, de forma creciente y perdurable, una idea de Balears como sinónimo de sociedad corrupta en la que cualquier inversión e iniciativa empresarial o económica es poco fiable y segura por la degradación de sus instituciones de gobierno y de los organismos encargados de gestionar sectores decisivos de la sociedad y la economía.
El flamante Nobel, y Premio Príncipe de las Letras, Mario Vargas Llosa, rememoraba con amargura, en la revista dominical de DIARIO DE MALLORCA, su experiencia como candidato a la presidencia de Perú: "La política es una técnica donde sale lo peor: intrigas, conspiraciones, cálculo, cinismo. Quien se mete en política, como dijo Max Weber, sella un pacto con el diablo". En Balears tenemos que empeñarnos con convicción en la recuperación del sentido de la política como actividad al servicio de la sociedad y sin la menor justificación ni amparo a los comportamientos que tanto daño están haciendo a esta tierra.
Diario de Mallorca