Anna Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén, un estudio sobre la banalización del mal puso en circulación un famoso y nuevo concepto hermenéutico para explicar el genocidio judío por parte del régimen nazi. Lo novedoso de Arendt es que no culpa, única y exclusivamente, a los autores directos del genocidio, sino que extiende la responsabilidad a toda una sociedad que, como la alemana, era la más culta y refinada de Europa, la misma que protagonizó el esplendor de Weimar goethiano, la versión centroeuropea de la eclosión renacentista de la Florencia de los Medicis.
¿Cómo fue posible el genocidio en esta Alemania paradigma del mejor europeismo? Los responsables no fueron sólo ni Eichmann, ni los fanáticos nazis, ni las SS; el genocidio sólo pudo producirse gracias al acriticismo de una sociedad frente a un poder demoníaco que se proyectó con toda su brutalidad. Se produjo lo que la gran Hanna Arendt llama “la banalización del mal”.
La reciente sentencia del Tribunal Supremo sobre la libre elección de la lengua en la enseñanza en Cataluña reactualiza estre proceso banalizador- en el Principado y en Baleares-con resultado de ominosa violación de libertades fundamentales como es la libertad en materias lingüísticas. En las interminables polémicas que provoca la cuestión de la lengua se cometen, a mi juicio, dos errores: plantear el conflicto en términos de catalanismo-anticatalanismo y atribuir a las exiguas minorías catalanistas la culpa y responsabilidad de esta conculcación de las libertades.
Naturalmente que, tras la fascistización coercitiva del catalán hay todo un montaje, una estrategia o una voluntad imperial catalana. Y naturalmente que las “exiguas minorías” son los agentes directos de la impostura. Pero esto no es lo importante ni esto bastaría para imponer por la fuerza a toda una sociedad desde la inmersión lingüística hasta la eliminación de la lengua oficial de España en todos los usos públicos. Sólo gracias a la banalización del mal hemos podido llegar a la situación en la que nos encontramos. Y sólo gracias a la cobardía, al silencio culposo, al mirar hacia otro lado, ha podido ocurrir que, con el 82′2 % - el porcentaje es el mismo en todas las encuestas desde hace 30 años- en contra de las imposiciones lingüísticas, estemos donde estamos. La lista de banalizadores y de las cobardías es extensa.
*** El PP de Cañellas que engordó financiera e irresponsablemente a la OCB y promulgó la Ley de Normalización Lingüística a cambio de que “no le molestaran”.
*** El PP de Matas que promulgó el nefasto Decreto de Mínimos para hacer un guiño a las minorias catalanistas.
*** El PP actual que guarda vergonzoso silencio ante la escalada del catalanismo opresivo, posiblemente porque comparte esta escalada.
*** La Universidad transida de mesianismo que piensa ser la “institución elegida” para velar por la catalanización de nuestra sociedad.
*** Los medios de comunicación que, en la mejor tradición izquierdista de los tiemps franquistas , identificaron catalanismo y progresismo.
*** Los colegios públicos -colonizados- ante la pasividad e impasibilidad de los consellers de Cultura del PP, por el catalanismo - y los colegios privados que sacrificaron principios y libertades de sus alumnos y de los padres de estos alumnos, por un plato de lentejas: la subvención concertada.
- Los padres y las madres que, en los consejos escolares, callaban como muertos ante el temor de que sus protestas pudieran perjudicar a sus hijos.
- Los Tribunales de Justicia - en toda la escala que va del Constituiconal a los jueces rasos - que pastelearon con sus sentencias y que cuando no pastelearon- como ahora el Supremo - asisten impasibles a la desobediencia y a la inobservancia del mandato constitucional de hacer ejecutar lo juzgado.
- La cobardía esencial de un PSOE, que asume y practica la violación de libertades para encaramarse en el poder.
- La sociedad balear, en suma, que asiste con indiferencia frívola a todo un proceso - que no comparte- que afecta a libertades fundamentates - a sus libertades fundamentales - de la ciudadania.
Si nuestros antepasados, del siglo XIII a los tiempos actuales, levantaran la cabeza no entenderían cómo ha sido posible este proceso que, en poco más de veinte años, ha arramblado con el mallorquín - incluida su denominación y acentos - ha expulsado el castellano en la enseñanza y en las proyecciones públicas, ha ejercido violencia física sobre los que han osado en sedes universitarias, por ejemplo, defender la libertad y están en camino de convertirnos en un apéndice de los “países catalanes”.
Todo esto ha sido posible porque hemos banalizado el mal de este fascismo in nuce que subyace tras los nacionalismos identitarios. Y esta banalización es la que ha permitido y explica que las exiguas minorías se impongan al 82′2 % de la opinión pública balear. Y no solamente se ha producido la banalización arenditiana, sino también la incomprensible incapacidad para exhibir la superioridad moral, política y jurídica del bilingüísmo integrador que acepta y propugna la mayoría abrumadora de la sociedad balear. La solitaria y corajuda voz de Carlos Delgado y del grupo que le sigue es la única esperanza que queda para que la ignominia y la superchería no se instalen de forma indeleble en nuestra sociedad.
Con una advertencia a considerar por quienes se mueven sólo por sus bolsillos: estamos trnasitando hacia una sociedad autista que, poco a poco, va creando vacío a su alrededor. El intento de catalanizar Air Berlin - y la reacción que provocó - Es el primer aviso serio. Es más que probable que se produzca un lento éxodo de la inversión y de los residentes europeos en unas Islas catalanizadas, antipáticas y con tendencias totalitarias. Y es seguro que los intercambios enriquecedores con el resto de España - ya empezamos con los médicos - empobrecerán nuestra sociedad. Lo celebraremos entonando, no Sor Tomaseta, sino Els segadors.
Por Antonio Alemany Dezcallar, en El Mundo, edición Baleares, 31.XII.2008