miércoles, 11 de diciembre de 2013

La secta balear, por Xavier Pericay



El Institut d’Estudis Baleàrics (IEB) es, como su nombre indica, un organismo parecido al Institut d’Estudis Catalans (IEC). Pero sólo hasta cierto punto. Mientras que el IEC es una verdadera academia de la lengua, equiparable, pongamos por caso, a la RAE o a la AVL (Acadèmia Valenciana de la Llengua), el IEB no. Según el Estatuto de Autonomía de Baleares, el idioma propio del archipiélago es el catalán, por lo que el IEB, en principio, no tiene ninguna potestad normativa sobre una de las dos lenguas oficiales de la Comunidad —la otra, claro está, es el castellano—. Pero el Estatuto también prescribe que «las modalidades insulares del catalán, de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera, serán objeto de estudio y protección, sin perjuicio de la unidad de la lengua» (Art. 35). Y ahí es donde entra el IEB. Porque, ¿quién va a cuidarse de estudiar y proteger dichas modalidades sino el ente público del lugar? Es verdad que el propio Artículo 35 parece reservar esta función a la Universitat de les Illes Balears (UIB), al designarla como «institución oficial consultiva para cuanto se refiere a la lengua catalana». Pero una cosa es una institución consultiva y otra una ejecutiva. Y luego resulta que la UIB, en las casi tres décadas de autonomía, se ha preocupado más bien poco de mallorquín, menorquín e ibicenco, y mucho, en cambio, de la llamada «unidad de la lengua», eufemismo destinado a encubrir otra clase de unidad, de carácter político, a la que tan afectos son los integrantes de su Departamento de Filología Catalana.

El caso es que ahora el IEB, en cumplimiento de ese mandato protector de las modalidades lingüísticas insulares, ha dado por fin un paso adelante. Pequeño, pero paso, al cabo. Ha publicado un volumen, Les modalitats insulars, donde se recogen todas las soluciones características de Baleares que forman parte asimismo de lo que el Institut d’Estudis Catalans, la academia de la lengua catalana, reconoce como normativa. Nada revolucionario, pues. Mayormente cuando el IEB se limita en el libro a exponer lo que hay, sin otra consideración añadida. E incluso a puntualizar, siguiendo a la academia, en qué ámbitos y en qué registros puede usarse cada forma. Aun así, la obra ha sido recibida entre el gremio lingüístico con evidente recelo. Las trompetas acusando al IEB de fomentar «el secesionismo lingüístico» —esto es, la creencia de que el mallorquín, el menorquín o el ibicenco no son variantes dialectales del catalán, sino lenguas de pleno derecho— ya han empezado a sonar. Se trata, qué duda cabe, de una reacción preventiva. Pero ya ha surtido efecto. Y de qué modo.

Bàrbara Sagrera es licenciada en Filología Catalana y una de las autoras o colaboradoras de Les modalitats insulars. Así consta en los créditos de la obra, donde se le agradece «muy especialmente» su trabajo. Pues bien, ayer mismo, en un digital donde se daba cuenta de la presentación del libro, Sagrera dejó un comentario que no tiene desperdicio. Se trata de un verdadero acto de contrición. No es que Sagrera se desdiga de su papel en la elaboración de la obra; es que se arrepiente de haber caído en la trampa que le ha tendido, dice, la Administración y, en concreto, el partido político que rige en este momento los destinos de la Comunidad, contra cuyas «actuaciones (…) en materia lingüística» se declara comprometida. Y todo porque ha creído entender que «la publicación en cuestión se presenta como una aportación al secesionismo lingüístico». En síntesis: ella trabaja para la causa, pero no para esta.

Y es que esa «licenciada en Filología Catalana y profesora de catalán de profesión», hay que ponerse en su sitio, no intenta sino salvar el pellejo. Su trabajo, sus relaciones profesionales, sus amistades; su mundo, en una palabra, están en franco peligro si alguien la asocia con el actual Gobierno Balear o alguno de sus apéndices. Por eso, antes de que la obliguen a ello o aconsejada tal vez por algún correligionario, hace autocrítica. Públicamente, para que no quepan dudas sobre su retractación y así evitar el castigo y el desamparo. Como en las sectas. Que no otra cosa es, al cabo, el mundo del catalanismo balear.